martes, 15 de abril de 2014

Felicidad, qué bonita sonrisa tienes

Es la persona más feliz del mundo y no sé si tiene motivos para serlo. Iba a escribir este relato en pasado, pero hace sólo un par de semanas que le conozco: no puede ser pasado aún. 
Es la persona más feliz que he conocido nunca, y seguro que tiene motivos para serlo. Sonríe, sonríe, sonríe. También enseña, habla, camina y corre sobre rueditas y fuma. Y mientras hace todas estas cosas, sonríe. El primer día que le vi me impactó. Me impactó su sonrisa, y él. Todo él. Me pidió un abrazo y se lo di, sin pensarlo, aunque ni siquiera habíamos hablado nunca. Sus trenzas caían a ambos lados de su cabeza, y, al rozarme cuando le abracé, sentí dulce su piel. Ahora resulta que hay más gente con olor especial. ¿Sabes? Ahora resulta que hay más gente. 
Más gente que besa, que huele, que sonríe. Más gente que vive  y que es feliz.
De lejos es pequeñito, de cerca me deslumbra el mundo. Sigue siendo un niño, tiene cosquillas, sonríe todavía más. Cuando ríe no lo hace a carcajadas, sino a golpecitos guturales. Cuando besa, no lo hace siempre suave, sino con dureza. Con dureza dulce, con aroma. Y de repente te mira, así, entre tantas otras personas, él a ti, y sonríe. Entonces el mundo se da la vuelta hacia la vida, y las sonrisas son todo y más que eso. Carita de tonta, de nuevo, al otro lado del mundo, por un olor diferente y por diferentes maneras de amar. Por ser feliz y por ver felicidad en cada poro.

Y es que... Es la persona más feliz que he conocido nunca, y seguro que ni siquiera es consciente de ello.