domingo, 27 de marzo de 2011

huecos de melancolía.

Pienso en todo lo que he sido y en lo que soy, y lo que realmente soy ahora y antes y después... (como Montaigne [estamos todos locos]). Y veo que durante una época de mi vida todo era diferente a como yo lo había planeado. y quiero seguir con mis ilusiones, y con mis frustraciones también, y ahora, también con esos tres o cuatro traumas que inundan mi vida. De vez en cuando escucho Andy & Lucas, como cuando tenía 12 años y eran mis amores platónicos. Luego cambio y escucho Estopa, y después Facto Delafe, y más tarde Luis Pastor y Bebe. Después oigo una canción de Eminem, de aquella época en la que los rubios me robaban sonrisas. Por facebook mi mejor amiga de pequeñas me pasa canciones que cantábamos y bailábamos con 11 o 12 años, de Operación Triunfo 1. Y se me saltan las lágrimas al recordarlo. Vuelvo a oir a Natalia y Maka cantando aquello de "más que amigas", y paso a Bebe cantando "cuidandote". Dejo de oir música. Leo. Leo libros que fueron tan importantes para mí en alguna época como Andy & Lucas, Estopa o Eminem en la misma época. Y releo a Zafón, y releo a Pedrolo, y releo a Lienas... Y releo mis diarios adolescentes. Y me veo reflejada, aunque muy brevemente, en esas letras. ¿tanto he cambiado? sí, he cambiado muchísimo en todo este tiempo, sin siquiera darme cuenta, teniendo las mismas personas en los mismos pedestales, intentando seguir siempre mi camino, mis sentimientos (aunque últimamente no lo hacía tanto, la verdad). Y seguía siendo Mary, o Sherezade, o Marie, o María del Carmen Alonso...

Y dejaba que me amaran, que me mimaban, me gustaba hacerlo, me gustaba que lo hicieran.

Llenaban mi vida todos aquellos amores y amistades infantiles sobre los que escribía, y todos aquellos relatos que brotaban de mi mente y de mis manos, y todas aquellas canciones que escuchaba y me hacían llorar, como también aquellas que bailaba con Mari1.

Y hoy intento llenar esos huecos con esta melancolía, estos huecos que ni siquiera tengo, o que intento no tener, pasando de universidades a trabajos y de trabajos a familiares. E intento recuperarme a mí misma, a esa Mary que hacía siempre lo que pensaba que era correcto, que pensaba que la sinceridad era la mejor virtud, que no se achantaba delante de nadie, y que criticaba, ratificaba, sentenciaba, bostezaba luces, erizaba vellos... y tantas otras cosas.


¿qué soy, pues? una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere y, también, imagina y siente.

René Descartes.- Meditaciones metafísicas (2ª)

martes, 15 de marzo de 2011

Mi inercia.

Espacio. Alas. Caricias. Besos. Olvido. Semana de un día, minuto de un mes. Te busco en la pena, te encuentro en la risa... Te vuelvo a perder. Te quiero perder, no te quiero tener.
Destellos de estrella desprende tu risa, cuando de reojo me miras así. Remordimientos que atacan a mi alma con espadas puntiagudas. Remordimientos sin sentido, que me hacen responsable de que alguien me haya hecho responsable de todo. Especiales que se enfadan conmigo y me dicen que no les merezco la pena. Y miro sus ojos azulverdosos y no puedo reprimir las lágrimas con la chica del portátil pequeño en clase, que me hace reír con un disfraz de váter. Sigo como puedo hacia adelante, hablando de Dios y de sensaciones, pensando si realmente lo merezco o no. Y mientras, sonrío mientras alguien cuenta sus peripecias en su antigua clase, mirándome. Y una chica pelirroja suscita preguntas en una clase boquiabierta. Recibo un mail de un cotilla que se preocupa por mí y no sabe qué hacer. Falto a clase por primera vez en mucho tiempo y se preocupan por mí. Un chico que me trae y que me lleva me da las gracias por llamarle guapo. Mi madre llora de preocupación y me siento miserable. Hablo con gente con las que hacía siglos que no lo hacía, y no sé cómo me siento. Espero no perder a la rubia, pero temo que sí. Un chico de pelo largo me cuenta sus peripecias con una "chica inteligente". Un profesor, que ha venido sin gafas, se mete conmigo, y reímos. Y río. ¿Río?
Veo África en sus ojos, mientras me habla de Dios, de su "experiencia con Dios", y la admiro. Adiro que pueda ver todo lo que dice en las personas. Y pienso quíen soy, en quién me he convertido (me ha convertido... todo esto). Y me enamoro de todo y me decepciono constantemente de mí misma. Un profesor de ética nos dice que una relación no es más que un vínculo, casi involuntario, que se crea cuando lo importante es la relación en sí y no lo que pueda suceder; es decir, que los hechos no importan tanto como la prpia relación, sino que, pasara lo que pasara, la relación se mantendría. Y quizá tenga razón, Carme, cuando el profe dice que no mantenemos relaciones con nada ni con nadie (obviemos el ejemplo de la luna, por favor...). Realmente no hay nada tan especial, tan auténtico, como para no tener en cuenta lo que haga la otra persona. Ni amistad, ni amores, ni siquiera nuestros queridos amores platónicos... creo.
Mi idealismo, mi idea del mundo ideal posible se va deshaciendo como en el Platón maduro (que no viejo, Andrés, tranquilo). Sin embargo creo seguir viendo destellos en miradas. Esta vez miradas marrones, pues las verdes se alejaron y las azules se intentan alejar. Y sin embargo también creo sentir que esta vida merece la pena pese a todo. Y sin embargo no odio a nadie, pese a que repudie algunas ideas que me vienen a la cabeza. Sin embargo, sigo teniendo ansias por hacer algo en la vida, aquello que miles de veces traté de inculcar a la gente, como si fuera madre de alguien.
pero, sin embargo, no dejan mis escritos (muy personales, Tomeu, como ya te habrás dado cuenta [siento haberte defraudado]) de estar teñidos de este pesismismo, de este "no haber llegado a"... a nada. Ni a su amiga, ni a convencer a nadie... pero... ¿ por qué debía hacerlo?
Sí, cuando volvimos a acercarnos quería llegar a ser su amiga verdaderamente, que confiase en mí, que me tuviese en cuenta, sin embargo, parece no ser posible, pues soy yo (y no ella) la que no merece la pena, cosa ya sabida... pero igualmente dolorosa. Aún así, todo ocurre por algo, o no, pero ocurre y no debemos quedarnos ahí, mirándolo y reflexionándolo, sino que debemos digerirlo de la mejor manera posible. Al igual de que el hecho de convencer a nadie de algo que no quiere creer...
y yo sigo aquí, con mi esencia, que dice Chuchi, aunque aún ni siquiera sepa cuál es, con mis pensamientos y mis emociones, con mis opiniones, con mis ápices de locura y con mi confianza (poca, ya...) en el ser humano.
Y, mientras escucho Luis Pastor, a las 2.16 de la mañana, voy regando mi esperanza poco a poco, fijándome en lo mejor de cada uno, en esa sonrisa, pero en aquella mirada, pero en sus palabras, por supuesto, pero en como dice Mariana que mis ojos se enamoran en clase de ciudadanía, pero también en como hacen una broma cruel y a la vez graciosa...
Por inercia, pero con un poquito de mí...

miércoles, 9 de marzo de 2011

nada que merezca ser vivido.

Caricias furtivas involuntarias, notas de exámenes (superados o no), sonrisas de niños, miradas de ilusión... y nada, nada, parece merecer la pena a algunas personas.
Desde que una persona nace tiene unos tipos de sensaciones que corresponden a la naturaleza del ser humano. En estas sensaciones entra, sobretodo, la sonrisa. ¿por qué digo sobretodo? Valiéndome de un argumento deductivo, diría que nunca he visto a un animal sonreír, pero a todos los humanos que conozco les he visto alguna vez hacerlo. Leí en un milagro en equilibrio que un bebé no empieza a sonreir hasta que no tiene, mínimamente, tres meses de vida. Tres meses de vida, comparándolo con la esperanza de vida actual (en una sociedad como la nuestra, ya que si nos fijamos en otras, tendríamos otro tipo de esperanza de vida [si es que se puede llamar "esperanza"]) es poquísimo tiempo. Eso quiere decir que, a partir de los tres meses, las personas sonríen o, al menos, tienen la capacidad de poder hacerlo. Porque poder sonreir no es hacerlo. También habría que decir que hay personas para las que sonreir es mucho más fácil que para otras, por su naturaleza, independientemente de las circunstancias. Así, hay personas que sonríen aún sin motivo, y van por ahí alegrando la vida a la gente (ahora me vienen a la cabeza tantas personas...). En contraposición, hay gente a las que hay que sacarles la sonrisa; no es nada malo, este hecho, pero sí puede llegar a serlo. Cuando no ves la belleza, el amor, en hechos como la sonrisa de otra persona, o una mirada bonita, algo falla. Si no disfrutas con lo que te gusta (me vienen a la cabeza clases de política, de antropología, de ciudadanía, de filosofía y de literatura), si no se eriza tu piel con una caricia suave, si no lloras por la muerte de un ser querido, si no sientes que tus ojos se achican al mirar algo que te enamora, si no te gusta recordar cosas bonitas que pasaste... tienes un problema.
Sí, tienes un problema, pero... si para solucionarlo lo único que haces es quitarte de en medio, pasar de todo, intentar causar el olvido de todo y de todos, pasas el problema a todos los que te rodean. El problema empieza a ser un problema de todos, e incluso deja de ser un problema para convertirse en un abandonamiento de la propia sonrisa.




Porque yo no quiero abandonarla, porque creo que no merezco esto pero, aunque lo merezca, no lo quiero más. Porque quiero seguir emocionándome en una clase, diciendo lo que opino, viendo miradas especiales, recordando con ilusión las manos de alguien especial, fijándome en manos, miradas y gestos, porque quiero seguir sonriendo cada vez que vea a alguien hacerlo.
Porque no quiero más una vida teñida de sangre ni de lágrimas... Porque no, y punto.