La de hoy, por ejemplo.
Cerré el bar cerca de las tres de la mañana. Cuando digo cerré, en este sentido, quiero decir que les pedí "amablemente" a los últimos clientes que abandonaran la sala, que me disponía a cerrar.
Ante la barra, algunos personajes de cuento, de mi cuento más cercano, los de siempre, que me miraban con carita de pena y de admiración, de cariño. También algunos (cuatro, para concretar) a los que había visto por primera vez, y atendido, y servido.
Una chica, y tres chicos.
La chica llegó hacía ya algunas horas. Se había presentado como alguien claro y me había pedido un gin tonic sin hielos. Sin hielo. Nada. Sólo Gin, sólo Tonic.
Le serví y me contó que le había dejado su novio, entre risas y frases incongruentes. En mi intento continuo de alegrar la vida a los demás -gracias, Agrado-, abracé a aquella mujer típica, tópica, borracha y llorosa, y le dije que ánimo, que él se lo perdía, que poco a poco se daría cuenta de que no todo acababa allí.
Ella bebió y habló por teléfono, con personas diferentes, contándole su dolorosa ruptura, y lloró amargamente sobre la mesa.
Finalmente tuve que dejarla recostada en la pared, tras su negativa a llamar a un taxi que la llevase a casa, tras su negativa a que le ayudásemos. La última vez que la vi estaba dormida, sentada apoyada en la pared, roncando. Espero que mañana todo esté bien.
Cuando salí del bar, ahí estaba ella. Y ellos.
Compañeros de otros bares cercanos. Algunos son personas que trabajan tras una barra, mezclando alegrías y tristezas en cocteleras de alcohol, otros que llevan bandejas llenas de sueños, algunos cocinan nubes para deleite de clientes y amigos. Algún otro, hace cine y literatura con perritos bajo el brazo, Lolas queridas que me aman hasta la saciedad. También tenemos un Grande, conde, duque, rey, que poesía escribe a todos los que ama, en algún momento ama. Desde las bocacalles más pescaderas de Palma, llegan dos grandes personajes. Argentinos y gallegos a partes iguales, nunca separados, a veces solos. Sonrisas y risas, cine y también admiraciones.
Y Estrella pasea libre por una plaza siempre llena de risas, de humo, de verdes y rojas, de gente que comparte. Y yo, siempre, cada día, cada noche. El de la moto al revés, Estrella, los del camión de la basura, algún que otro taxi, todos vosotros. La bohemia.