domingo, 13 de mayo de 2018

Concierto de locura

Volverse loco puede tener muchas acepciones.
No sé qué opinaría Foucault de esto, pero a mí me vuelven loca muchas cosas, aunque pocas como las de hoy. 
 Lo que ha ocurrido hoy en aquel aire, en aquel lugar ha sido maravilloso. 
Tres personas, aparentemente personas, han vuelto locos a unas decenas más, atónitos. Hoy los locos hemos sido nosotros, que en silencio mirábamos gestuales notas de violines, palabras onomatopéyicas de amor, placer y desplacer. 
Grande maestro, D, singular, enternecido, divertido y sensible en la música. Grácil, tosco y fornido, todo a la vez, en los gestos. 

Uno de los músicos, especialmente sensible, especialmente intuitivo, nos ha vuelto locas y locos por decir, por hacernos poesía los unos a los otros y mirarle ahí. Ahí, frente a nosotros, fundiéndose con su instrumento, siendo música en su piel, y en la de su violín. Ese chico, ese hombre, ha decidido no pensar cuántas personas le miraban, y se ha vuelto loco como si estuviera solo, en su habitación, en su más estricta intimidad, porque si no, no nos hubiera impresionado tanto. 
Todo en él, hasta el último pelo de su cabeza, hasta el último poro de su piel, era música. Era música, era violín y era Bach. Johann Sebastian Bach, sintiendo la muerte de su esposa, loco de impotencia, de miedo y de soledad. Tal vez la emoción, algunas Flaquitas imaginaron, siguieron la música hasta volverse locas y se imaginaron ahí, en esa cruel historia, aquel viaje cuyo regreso implicó muerte. 
Mis ojos humedales verdes, mi piel erizada por ti, la música habla, lo dijiste... Demostrado. 

La tercera, N, preciosa melodía céntrica, armoniosa y peculiar. Propia en su estilo, perfecta sintonía entre su música y su imagen. Tranquila, impasible como las cuerdas de su instrumento. Dentro. Ella, de la música. La música, de ella. 


En un momento me despisto.
Unas risitas pequeñitas, bajeritas me distraen. Un usuario hace una broma a un ¿cuidador? del centro. Los dos ríen, sabiendo que no han de hacerlo. Y es la escena más sincera que he visto en mi vida. Aquí hay paz, libertad y búsqueda de más de todo ello. Cada uno hace lo que quiere, más o menos. Alguno se toma un zumo y se para al otro lado de los músicos. Desde allí le gusta más. Alguna otra tose de vez en cuando, con la mirada fija en los violines. Aquel de más allá sonríe sin parar, aplaude hasta cuando no toca, muy emocionado, y grita ¡BRAVO! ¡BRAVO! También las hay que necesitan ir al baño, o que van a tomar un refresco porque emocionarse es muy cansado. Algunos, después de preparar la velada, disfrutan nerviosos de su espectáculo. Otros explican a los asistentes dónde está el párking, y en qué consiste el concierto. 

Todos, estábamos locos. Algunos tocando, otros escuchando, algunos escribiendo, bostezando, aplaudiendo, viviendo... 


-De dónde vienes, Mary?
-Del concierto en el hospital psiquiátrico


Hacía mucho tiempo que no me emocionaba así. Gracias.