viernes, 25 de marzo de 2016

Ortegon(itos)

Fue el primero en llegar, a pesar de que es el más pequeño (o eso dicen). Fue el primero en llegar, todos lo esperaban con ganas, con ansias. El primer sobrino, el primer nieto, el primero. Fue algo más que un primo a partir de mis siete años. Era capaz de no enfadarse conmigo, de entenderme siempre, de jugar a barbies y a videojuegos de lucha. Hacíamos, con los ojos conectados, muñequitos de papel, y los recortábamos, poníamos cartón y creábamos nuestros propios juguetes. Éramos más que primos, éramos una relación muy especial con cuatro días y tres años de diferencia. Aprendí a quererle mucho a pesar de todas nuestras diferencias (que las hay), y cuando yo estaba a punto de empezar mi etapa adolescente, pum, se me fue. Pero se fue queriendo, porque quería buscar en la vida los cielos azules de los nuevos amigos, porque, además, esperaba que yo (nosotros) rehiciéramos el mismo camino que él, que le encontrásemos a muchos kilómetros meses adelante, pero no pudo ser. Y no le perdí del todo, nunca. Me contó por teléfono sus primeras experiencias, sus primeros amores, una iglesia. Las lágrimas y las cabezas de mudanza. No lo perdí del todo, sólo perdí su piel y su manera de hablar, cerca. Pero crecimos, por separado, estudiamos, nos gustaron las cosas más diferentes, y, hoy, aún así, no lo he perdido. Nos reencontramos en las mismas calles, con el mismo olor, abrazos de reencuentro y de despedidas, y hoy, vuelve a estar tan cerca. Hoy me cuenta también algunos detalles de calas bonitas y detalles feos, y siento que, de nuevo, podríamos jugar juntos, crear nuestros propios juguetes y compartirlos. No nos perdimos tanto. FJ.

Y después, él. Él no sólo es el segundo de los primos, sino que, además, es también mi hermano. De pequeños, muy pequeños, éramos inseparables (tampoco había más remedio, pero bueno). Soy y ya era muy perfeccionista, con mucho cuidado por los detalles. Y él, tranquilo siempre, se sentaba en aquel sofá amarillo, miraba cómo su hermana creaba de la nada inmensas ciudades para jugar, inmensos escenarios para vivir. Lo miraba sonriente, disfrutando del momento. Cuando yo acababa mis escenarios, él bajaba del sofá y acababa con ellos. Yo lloraba, él reía, los padres reñían y reían también. Muchas trastadas, muchas maneras diferentes de ser en la vida, muchas discusiones, y, en la adolescencia, también mucha complicidad. Hubo una época en la que mi hermano era capaz de contarme las cosas esperando mi opinión, esto es, dejando que yo también hablase, e incluso a veces, me hacía caso. De repente se truncó. Demasiadas hormonas, demasiada adolescencia, demasiada fuerza y mi inseguridad. Demasiada agresividad en un sólo momento. Y ningunas ganas de justificarlo. Mi hermano es el reflejo de una infancia preciosa y de una adolescencia difícil. Psicólogos, puntos de inflexión, cartas de despedida... Mi hermano es sensible y no lo muestra, es hermano y a veces le cuesta. Nos perdimos, pero tengo la esperanza de encontrarnos algún día, y que seamos capaces de hablarnos, de mirarnos la piel del alma en los ojos, de abrazarnos, perdonarnos y, claro, pedir perdón. Diferencias hay miles, millones. Pero espero que ninguna de esas diferencias sea suficiente para frenar el reencuentro, algún día. JC. 

La tercera fue una niña. La primera niña. Morena, muy morena. Pelo rizado, ojos oscuros y la risa más contagiosa de mi vida. Ella fue antes amiga que prima, antes lágrima que añoranza. Tauro, que se impone ante todo. Es fuerte, es consciente, contundente y constante. Trabaja cuidando personas, y no creo que pueda existir algo más bonito. El trabajo es duro, arduo, pero ella lo disfruta sabiendo que hace la labor para la que llegó hasta aquí. Recuerdo siempre un pequeño accidente de tándem (pequeño...) en el que yo ni siquiera caí de aquella bicicleta que nos unía en el mismo camino. Yo no caí, nos estrellamos contra el pozo y ella perdió el equilibrio, nos caímos, pero no del tándem. Reímos tanto que nos dolían las costillas y los mofletes, mofletes de niñas andaluzas, ella más valiente, yo más pequeña, más insegura. Siempre fue alguien a quien yo admiraba. Me daba miedo montar en bici y ella ya llevaba una moto. Me daba vergüenza hablar en público y ella preparaba actuaciones frente al vecindario, conmigo. Me daba tristeza pensar en irme, y ella ya sabía que nos echaríamos de menos. Era segura de sí misma. Lo es. Nos enviábamos cartas con fotos del pasado y del presente, nos contábamos las cosas escritas en papel y fue testigo de mi primer beso. Sonrío al recordar aquel primer "beso de agua", a medio camino entre la rebeldía pre-adolescente y las ganas de saborear el mundo. 
De adultas seguimos siendo diferentes, seguimos siendo seguras, inseguras, trabajadoras, estudiantes... Pero siempre, siempre, el abrazo más sentido es el suyo. Fuerte, largo, acariciante; risas. A. 

Después de mí misma llegó él. Los ojos como el mar, o como aquella piscina en la que vimos ahogarse nuestro pato gris. Llantos y ahora risas. Era menudito, pequeño, con las orejas de soplillo, las chanclas siempre un paso más tarde que los pies. Sonrío al recordarlo. Se enfada a veces, pero no nos dábamos mucha cuenta. Con su hermana era capaz de abrirse la cabeza, hoy la defendería a capa y espada. Es típico, es la verdad. Pero forma parte de su encanto. Es grande,  uno de esos hombres  a los que tienes que mirar porque no puedes no hacerlo. Se enamoró hace dos años y ahí sigue, enamorado y siendo él, también. Se enamoró de una menudita chica con más carácter que cuerpo y más amor que vanidad. Se enamoraron y me alegré al verles, porque él es aquel con el que jugaba en el quiosco, porque me entendía y siempre intenta acabar con los problemas. Es bastante Ortegón. 'Tiene guaza a esportás' y a la vez muy buen humor. Es el cansino de mi vida y siempre que le recuerdo se me escapan las sonrisas por los poros. Es el más cercano en edad, cuando discutía con mi hermano, él venía a secarme las lágrimas, y a veces también a calmarle a él. Fue cómplice de mi hermano en muchas trastadas, y por supuesto fueron más rápidos que nosotros cuando nos cogieron vendiendo libros. Es música, también.  V. 


Después llegó otro primo, de otro tío. Se crió gordito y llorón, con los mofletes más gordos que he visto en mi vida. Daban ganas de pellizcarle todo el rato. Siempre ha sido especial, especial de muchas maneras. Es callado, pero también es capaz de decir muchas cosas a la cara. No quería estudiar, pero tampoco es que se le diese mal, simplemente no quería. Él era aquel niño que no quería hablar con nosotros, que se escondía cuando jugábamos o que siempre hacía trampas sólo para enfadarnos. Pero no pasa nada, creció también, aunque también de manera diferente, y, aunque a veces es difícil, intentamos formar parte de lo mismo. Porque él no está lejos como yo, pero a veces se aleja sin saberlo. Se enamoró tal vez de alguien de quien jamás pensaba enamorarse, pero le correspondieron, a pesar de sus bromas sobre perros queridos y a pesar de ser aquel adolescente eterno. Después descubrí de él que es trabajador, que le gusta ser independiente y que sus sonrisas tienen menos motivos que existencias. Que sonríe sin parar a la vida, y eso, también me gusta. El es aquel primo un poco  más extraño, que a pesar de todo, forma parte de nosotros. A. 


Y después llegaron dos. Dos preciosas hermanas del anterior. Eran también especiales desde el día en que nacieron. Eran dos, al principio iguales, después tan diferentes. Las mismas manos, los mismos pies, casi hasta la misma piel. Vestían igual y hasta miraban igual. No fue hasta la adolescencia que vimos cambios en cada una, que vimos diferencias entre ellas. Diferencias importantes, diferencias de la vida. 
Ella es abierta, es inteligente, es conversación sobre prejuicios sobre una mesa de billar, y también sobre parejas equivocadas en el coche de una nueva pareja. Es cambio, es movimiento, es trabajo, es simpatía. Todo eso es ella. Es timidez cuando ha de presentar a alguien a quien quiere, es cariño cuando saluda, cuando despide. De ella recuerdo de la niñez que me miraba con ojos grandes y que a veces se quejaba de algún trato familiar, y yo le daba la razón. Es lo más parecido a la corriente de los ríos, con fuerza y a la vez suave. Z. 
Y su hermana es (casi) igual, pero (muy) diferente. Es tímida, pero con mucho carácter, es independencia pero también vida compartida con alguien a quien quiere desde hace ya algunos millones de caricias. Es inteligente, también, pero prefiere seguir formando su cuerpo, y su físico. Lucha por conseguir la tranquilidad junto a los que quiere. Si ha de decir algo, por desagradable que sea, lo dirá, a la cara del culpable. Es sincera, es muy sincera. Ella es más cercana al mar, porque tiene fuerza y calma, suavidad también y bravura. T. 

Algunos años después llegó ella. Pensábamos que iba a ser la única, y finalmente no lo fue. Llegó en una época de discusiones, visitas que no se esperaban y muchas sonrisas en las piscinas. Llegó pequeña, insólita, preciosa. En su infancia era lo más parecido al cielo, cuando yo llegaba a aquella tierra. Ahora es adolescente, adolescente, preciosa y más adolescente. Está en esa época en la que no todo es de tu agrado, en la que quieres encajar y en la que, si no encajas, no eres. Pero ella es, es y siente, y mira, y taladra con la mirada si hace falta.  Es precisa, hace bromas que dan siempre en el clavo y no tiene mucha vergüenza. Todos mis recuerdos con ella son preciosos y a la vez tristes, fue la persona que me presentó en mi tierra. Es la que desde hace años me abre la puerta con una sonrisa, me abraza fuerte y va aflojando poco a poco. Ella es ternura, es casi mujer y más mujer que muchas, es fuerza, es alma, es futuro, son ganas. Fineza en grandes cantidades y ganas de conocer el mundo de manos de los scout, grupo del que ella forma parte, y que forma parte de ella. Es las ganas de vivir, mezcladas con traumas de la infancia que ya vamos a ir superando. Es Ella, no hay más. A. 


Y aunque pensábamos que iba a ser solita... llegó su hermana. Tan diferentes. Nacieron el mismo día con seis años de diferencia y mil millones de diferencias. Es aún pequeña, es aún una niña, aunque ella no se lo crea. Tiene edad de pintar con colores y ella ya quiere ver los colores reales de la vida. De pequeña era graciosa, pizpireta, un poco entrometida y a la vez muy sincera. Sincera que todavía es, que a veces hay que pararle los pies, pero a veces, cuando yo lo hago, ella me mira, y, al rato, pide perdón con lágrimas en los labios. Y por eso sé que ella es también sensible, que sólo tiene que encontrarse a sí misma en algún momento y ser capaz de borrar todos esos prejuicios que crea con su actitud, de momento. Pero es sensible y es buena, aunque a veces juzgue a la gente sin conocerla y con sus ojos de diferentes colores sea capaz de ver el mundo brillar. Ella es pequeña pero dejará de serlo, y cuando no lo sea, sabremos quién será de verdad. N. 

Y no mucho después... Por sorpresa, otra niña. Una niña rubia, con el pelo de punta y muchas lágrimas que demostrar gritando. Un bebé llorón que cuando sonreía se comía el mundo. Me llevaba (ella a mí) a la playa, hacíamos fotos, nos bañábamos juntas y yo la sostenía en el agua, y ella a mí en la vida. Poco a poco crece y crecen sus sensibilidades, sus manías y sus ganas de ser feliz. Es algo insegura pero confío en que sea algo que se pueda trabajar. Le gustan las princesas y le seguirán gustando, estoy segura. Es de hielo y a la vez suave, como una brisa fresca, pero cálida. A veces me da miedo que caiga a medio camino, pero sé que habrá gente para ayudar, y sé que algún día será capaz de hacerlo por sí misma. Es responsabilidad extrema, es una edad preciosa y unos sentimientos encontrados. Adora a sus padres y a sus hermanos, pero tal vez es demasiado amor para su pequeño corazoncito. Es princesa, toda. D. 

Sólo un añito después... Él. Y me trajo lo más gracioso del mundo. El monicaqui rebelde, aquel que hace las cosas sólo porque quiere hacerlas, al que le faltaba un diente y que me daba besos en la nariz. Que si lo recuerdo sonrío, siempre, y me hace la vida más fácil en verano, y en invierno un recuerdo. Él es pequeño todavía, y cuando sea grande espero que no se olvide de quiénes somos. Es despiste, es diversión, es pelotas, aviones y cines a carcajadas. Es piscina y es bruto como él solo, aunque a veces también la sensibilidad le desborda los ojos. Es mi niño, ahora. En una iglesia deja de caminar para mirarme y darme un beso, para decirme que me recuerda, que me quiere. Le adoro. No quiero perderle nunca y por eso le sigo diciendo que no me olvide. Le gustan los bichos y tiene un alacrán que "éste es el que le picó a la tata Mari Carmen". No hay más, es eso, simplemente, es él. D. 



Y por último... (de momento), el pequeño. El más pequeño y el más libre de todos. Estilo propio desde que nació, poca vergüenza que se la debió dejar por el camino. Trastadas, travesuras, inteligencia y picardía, un niño muy pequeño que es capaz de quedarse con todos. Es gracioso, gordito, a veces con un poco de mal carácter y otras con el mejor del mundo. Hermano de los dos últimos, él ha llegado como quien no quiere la cosa, casi sin ganas de llegar, porque sabía que el mundo le estaba esperando, nos preocupó hasta que nació, aunque él no lo supiese. Pero hoy sigue siendo él, en ese sentido tan propio, tan suyo, tan tirantes y boina con dos años... Es libre, más que nadie. Es libertad, por lo tanto, y es sinvergüenza y es precioso ver la vida con él, y agarrarlo para que no escape, y secarle a veces las lágrimas, y compartir sus sonrisas. M. 



 Y yo... que sólo soy una más o una menos, que estoy en medio de todo este batiburrillo de genes, de ADN's y de maneras de hacer y de ser. Que sólo soy una más de las que está lejos, de las que a veces os siente tan cerca, y otras os echa de menos. Una más en aquella playa de Es Trenc, soñando con que pudiese ser posible que la vida nos devolviera el tiempo que se perdió entre nuestros dedos, soñando a veces y dando gracias en otros momentos, celebrando que no se acaba la relación, la maraña de complicidades, de sueños, de metas y de conversaciones. Pero me lamento también, muchas veces por estar tan lejos de vuestros institutos, colegios, puestos de trabajo, amigos, parejas... Porque me gustaría conoceros más, y porque me gustaría ser más de vosotros... Pero, gracias, por seguir siendo parte de mí... 

Mis primos. 

martes, 8 de marzo de 2016

Sobtadament, somriu

Mai hagués pogut ni imaginar que això passaria, i que, sobretot, passaria a aquest moment de la meva vida. 
Des de ben al principi d'aquest somni ja m'imaginava a un claustre de professors, a un departament de filosofia amb companys i companyes amb els quals he compartit, he viscut i he parlat des de la pell cap al món. 
¿Te imaginas que nos encontremos algún día en una sala de profesores? Però avui... Estic de pràctiques i la meva "tutora en funcions" és una d'aquestes companyes. Ahir em va enviar una foto de la seva assignació de pràctiques, amb més somriures que pors i amb més pors que seguretat, i em va eclipsar la seva alegria. Jo, a un tren entre camps, a camí entre Andalusia i el meu món real, somreia i repetia una i una altra vegada qué fuerte, es que es muy fuerte. 
Na Tania. Aquella nina "exemple de bellesa natural", petita, forta, dona, amable, somrient, científica i filòsofa. Amb la que he compartit dies de platja, converses a un cotxe al camí de casa seva, alumnes de repàs, na Tania. Companya d'institut, d'altra aula, de carrera, d'altra univeristat, de pràctiques, d'altre institut. Avui, ara mateix, mentre jo faig llistes d'alumnes de B2A i B2B (el seu i el meu curs de fa ja un parell d'anys), ella fa classe als de B1A, que la miren per primera vegada i ens abraçar-nos juntes, darrera, davant d'una pissarra i amb els ulls estranys, a mig camí entre l'alegria i la raresa. 

I no veig més que oportunitats d'aprendre, de crèixer, de conèixer-la, de fer-la un poc més meva i ser un poc més seva. Tania, aquella nina amb la que tinc tantes coses en comú i tantes altres que em separen. Confidències llunyanes ja i obscures a la nit de la meva vida. Tania, amiga, companya. Avui, també tutora però sobretot companya. Tania, quines ganes de començar. De començar a caminar amb tu a aquest repte que sen's presenta. Tu, com a substituta de filosofia al nostre institut, jo, com a alumna de pràctiques al mateix, tu cobrant, jo pagant, però les dues aprenent, fent-nos costat, somrient pels passadissos que un dia ens varen veure riure i plorar. Tania, quina emoció!! 


PD: T'esper a Ca'n Gori, al temps del pati, entre la teva classe de B1A i la meva de B2B. Somriu!!