martes, 20 de diciembre de 2016

Mumu.

Hay personas que llegan a tu vida en el peor momento; de la suya, y de la tuya. Pero son esas personas también las que te hacen aprender que la vida es a veces negra, y otras de todas las tonalidades posibles de lilas. Personas con una piel de fuego que son capaces de sonreír y llorar a la vez, de emocionarse con el cuerpo y aún así no poder olvidar la mente. 
Personas que están al principio de su proceso, como aquella niña de ojos verdosos y agua, cinco años atrás, en manos de aquél profesor de la vida que también aprende a vivir poco a poco. Aquella niña luchaba contra su piel pero, por fin, la dejó ganar. De manos de aquel ser infinitamente paciente pero activo, dejó a su piel jugar, para descubrir que todo su cuerpo funcionaba muy bien. 
Y ahora, bailando al otro lado de la pista, descubrimos que hay más traumas que personas, y que la inseguridad no depende del cuerpo, de las maneras ni de las miradas. 

Se hace pequeñito en mis brazos y me obliga con su mirada a abrazarle y a susurrar: tranquilo, no voy a hacerte nada, ni a obligarte, ni a forzarte, tranquilo. Sólo haremos lo que los dos queramos hacer. Me mira, emocionado desde mi regazo, abrazado a mi cintura, grande, porque es grande, como si mi cintura fuese una balsa en medio del océano. Me mira, emocionado desde mi regazo y me agradece, tiemblan sus piernas, y yo me asusto. 
-¿Estás bien, Mumu? 
- Sí, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias...
-Tranquilo, no tienes que agradecerme nada... Sólo quiero que estés cómodo...

Me besa la mejilla, el cuello, la nariz, mil veces, como mil gracias, y me acaricia la barbilla. Sonríe de nuevo  y el sol sale otra vez. Munilá. Él, con fuerza me coge y me pone sobre su cuerpo, me abraza desde abajo y siento de nuevo su respiración entrecortada. Gime que le encanto y yo estoy absorta, encantada y preocupada. Áf... No sé qué ha pasado. Seguimos amándonos sin amor y con cariño y sus manos se hunden en mi piel y en mi carne. Le miro,  y es una preciosidad. Le pregunto si alguna vez le forzaron, me calla con su dedo y me contesta que sí con los ojos. Yo nunca voy a forzarte a nada, Mumu. Nunca. y tú a mí tampoco. Grita desde el susurro: "Disfrútalo, Mar, cielo, disfrútalo". No sabes cuánto... Me encantas. Nabil precioso que has llegado de la nada con un casco de obra para no hacerte daño en el cerebro. Saïd, divino que me mira desde la esquina cada mañana, y me roza en sueños cada noche. Muna, que me visitas de repente y por siempre jamás erizando mi piel y la suya, acariciando su nuca y mi barbilla, sexo frenado y deseos que corren ya por esta casa.
Los cristales del salón se empañaron desde la habitación, hoy tú espiándome en la ducha, otrora tuya. Francés, árabe, wolof, català... libros y conocimientos, black, negro.
Me da igual que seas tan sumamente precioso, me da igual que tengas un cuerpo para mirar durante siglos, me da igual que seas tan bueno en las pieles... Me importa más que hayas vuelto, aunque hayas decidido no volver más.
Porque además, de repente casi lloras y abrazas temblando y dices que no volverás, porque "no", "problemas", "nunca", "yo", "mujeres". 

Te respeto sobre todo y sobre todo es precioso el recuerdo brillante, aunque triste, de estos días. 

PD: hasta mañana.




Fotografía de Robert Mapplethorpe. 

lunes, 5 de diciembre de 2016

Quererse

Me había convertido en una profesional de la autodestrucción. Cuando algo me agobiaba, cuando me sentía mal, cuando no sabía qué hacer, me autodestruía. Me quemaba, me pinchaba, me cortaba. Mi objetivo no era el suicidio, pero alguna vez me pasé. Cuando veía mi sangre brotar, sentía alivio. No lo entendía, pero empecé a hacerlo tan joven, que ni siquiera fui consciente. 
Un día, mi madre me dijo que los principios siempre son más importantes que los finales. No la entendí, pero supe que se refería a mi manera de vivirlo. No sé por qué crecí de una manera tan huraña y oscura. 
Tenía un set de costura que usaba como un kit para el dolor; para mi alivio. Introducía el punzón hasta que veía sangre, hasta que sentía dolor. Y entonces gemía, suspiraba y lo miraba. De nuevo. 
Mis padres me lo quitaron, y tuve que empezar a buscar otras opciones; la plancha, los cuchillos. Me quemé, me corté el brazo. Estuve ingresada en el hospital; intento de suicidio. Qué va, no lo entendían. Yo quería hacerme daño, porque me aliviaba. Pero no quería matarme. Quería herirme para poder dedicar los próximos días a cuidar aquella herida. Porque era capaz, de esta manera, de enfocar dónde radicaba el dolor y de saber qué tenía que hacer para paliarlo. Dejarme la piel en hacerme heridas, para dejarme la piel en curarme. No sé si era sano, pero era mi manera de hacerlo. 
Intentaba que nadie supiera que lo hacía, que mis padres no viesen mi última creación. Lo convertí en un arte. En silencio, a veces a oscuras, cerca del límite, pero sin pasarme. Luego; gasas, productos, medicinas, para curarme yo, para quererme y para salir. Después, de nuevo, no podía evitar hacerlo. 
Luego vinieron los psicólogos, las terapias... ¿Por qué no pudieron dejarme decidir a mí? Era mi cuerpo, eran mis ganas, era mi piel, mi vida. ¿Por qué no? 

Y ahora estoy aquí, perdiendo mis habilidades, en una habitación blanca, sin "peligros", sin herramientas, sin poder sentirme diferente, sin poder herirme; sin poder cuidarme, sin poder quererme.
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lunes, 28 de noviembre de 2016

El primer "sin filtros".


He decidido hacer esto porque a lo mejor así descubro que no estoy loca, o que sí. 
Lo que he decidido hacer es escribir más rápido que mi mente, para ver si así soy capaz de decir abiertamente todo lo que pienso, precisamente, sin tener que pensarlo. 

Creo que me estoy volviendo loca, hablo sola. Muchas veces. Claro, que es difícil no hablar sola cuando una vive sola, y se siente sola. 
Entonces, me siento sola. 
Resulta que también tengo como una necesidad de que me muestren atención grande. Cariño, caricias, no sé. Mensajes. Que me llamen. No sé. Es una tontería, no debería estar sintiendo eso porque... va, qué más da? es lo que siento. 
Siento también que, si bien no creo que todo haya sido una equivocación, no pensé las consecuencias, no pensé que iba a ser tan duro, y que me iba a costar tanto, tantísimo, toda esta situación. 
Algunos momentos, en mi nueva flamante casa, me siento vacía. 
Ahora debería estar durmiendo y no lo estoy porque siento que no he hecho nada interesante en todo el día, o que ir a la cama, sola, es una tontería. Y yo no he sido nunca así. Pero así soy ahora, y espero que sólo sea una época, fruto de una frustración, un amor roto y una soledad inducida. 
La noche no me deja en paz, me llama oscura desde los  bares la ciudad, y también en la habitación, maléfica y solitaria. Luces a lo lejos, PUerto Barrios, el retorno. De repente aparecen fotos, recuerdos del futuro, pálidos reflejos de lo que en su día tuvimos, fuimos y nos quisimos. 
Bajo las alas de las mariposas, qué hay? Polvo de tiza, lo sé. De colores; los colores de cada mariposa. 
Y ahora siento ya que la vida es un soplo, como bien cantamos, que tengo fiebre en los ojos cada noche, que vivir se está convirtiendo en aferrarse cada día, en intentarlo, sin serlo aún. 
Me acompañan dos fierecillas y dos verdecitas. Lo mejor de todo... porque no estoy sola. Es difícil, porque tengo miedo de las noches que de repente llegan, y no me preguntan si quiero, y se quedan, y nos separa el mar MEditerráneo, destruyendo ilusiones. 
Y Jordi, Gracias. Que me acompaña taciturno y marchito, que si SEPEs  que si seguridades nosociales, que veinte años no es nada. Dulce recuerdo del llanto, pero precioso presente junto a mí, días. 
Y trabajo, y voy, vengo y lo intento.
Escribo, dibujo cosas muy extrañas, y me oyen las paredes, hablando sola. 
Sexo. También, mucho. Que no sé qué pasa, baja autoestima, nuevamente, deseo de ser deseada, tal vez... Tal vez simplemente ganas de recibir todos los cariños que yo ya di. Que me lo devuelvan todo, por qué no?
Yo siempre lo agradezco, y siempre siempre, lo devuelvo. 
Mot, querida que apareciste tarde pero que me ayudas tanto. No quiero tenerte más que dentro, y no quiero pensarlo más que es. 502, amada, que apareces de la nada, toda una vida después, que te estaría comiendo a frutas y acariciando a mares. Labuga, preciosa que te extraño como a nada. Daniel, que no sé qué haces, y de repente locuras. No me cansaría, que eres ansiedad, angustia, desesperación; toda la vida, euforia, y caída. Aprendizaje. 
Hostia...!! El Pestañas, que vuelve mil años después, y dice que su arte es arte porque yo soy importante y le enseñé la pasión; la pasión con la que escribo. Por lo que ha dicho, cree que yo estuve enamorada de él. Que raro, no fue así. 
Porque en el silencio es todo más fácil,y más solo. 
Joder, y tú, Óscar. Que te has ido, que vienes cada noche. Que me cantabas al oído y que hoy cantas al mundo, acariciando aires gélidos, estremecido de cambio. Profundo misterio, Óscar, bonito. 
Los besos de Óscar. Tiza de colores. Mariposas y alas. 
Voy a dormir. Mañana... Es lunes y yo... No quiero más lunes. No quiero más martes, ni más semanas, bar, repasos, pisos, no quiero. No quiero estar sola y no quiero irme a dormir. Pero pero ppero... aprenderé a disfrutarlo porque es cuestión de tiempo y porque... Soy una mujer. Fuerte. 
A la cama, Mary. 

domingo, 20 de noviembre de 2016

Demasiado

- Ya, ya lo sé. 
- Lo sabes, sí, pero lo consientes. 
-Joder, Mónica..
- Es verdad, Ana, ya es demasiado. Que a ver, tú sabes que yo intento entenderte, pero también tengo ojos, y ya es demasiado, de verdad. 

- Perdonad, chicas, pero estamos cerrando ya. 
Apresuradas, las chicas apuan sus copas y recogen sus cosas. Son la 01.30 de la madrugada de un miércoles cualquiera. 
Mónica ofrece a Ana compartir su coche, pero Ana necesita caminar, despejar dudas y despejarse la piel, así que lo rechaza. 
Mónica está muy preocupada, pero también cree conocerla lo suficiente como para saber que está todo bien, y que llegará pronto (o eso espera) a su límite, y romperá todo. 
Ana emprende su camino. Le queda casi una hora andando, y piensa disfrutarlo. Es miércoles, octubre, pero aún es agradable el aire fresco en la cara. Tiene veinticinco años, el pelo rizado, alborotado, ni corto ni largo; es decir, un desastre. Aquella charla con su amiga Mónica había hecho que, una vez más, se lo replanteara todo. No era feliz. Hacía ya algunos meses (años?) en que había ido perdiéndose a sí misma, poco a poco. Pero lo sabía. Era lo suficientemente inteligente como para saber que, por unos u otros motivos, había dejador ir todo aquello que le hacía ser ella misma. 
¿Por qué era siempre tan fácil perder contra una misma?
No tenía la respuesta, tan sólo tenía la certeza de que era un proceso en el que entras sin apenas darte cuenta. 
Seguía avanzando. Estaba tan acostumbrada a aquel camino que aquella noche ni siquiera reparó en el mar. La eternidad le acompañaba. Sonaba bravo y ella, por una vez, ni le miró. Pensaba, o sentía, su amiga Mónica, su palabra: demasiado. ¿Qué era demasiado? ¿Demasiado perdida? ¿Demasiado infeliz? ¿Demasiado... qué?


Continuará...

lunes, 14 de noviembre de 2016

Perdida

Era una época de cambios, frío y lluvia. Ella no sabía cuándo había nacido aquel dolor, pero lo tenía. Le arrollaba cada noche una tristeza melancólica que la dejaba hecha trizas antes de cerrar sus ojos y soñar con la felicidad. 
Cada noche recordaba los momentos felices, y pensaba que preferiría acordarse de lo malo; no hay peor recuerdo que el feliz, por no poder estar ahí. 
Miraba con ternura aquellas fotos, aquellos recuerdos, y llamaba embrujada una y otra vez  a aquel hombrecito con ruedas que marchó a sabiendas del amor.

Era extraño para ella porque el día era normal; ni feliz, ni triste. Vivía en una mezcla de ritmo frenético, días de lluvia, frío, trenes y cambios. No notó la diferencia, pues nunca estaba en casa. Pero las noches... Las noches eran como si alguien le arrancara la piel de la indiferencia; siéntelo, siéntelo. Y lo sentía. Pero sentía una mezcla extraña de amor, inseguridades, respetos y miedos. Ella sabía amar, había aprendido muy jovencita; soy tú, soy él, muchos que no conozco. Habia dejado atrás muchas personas que no se dejaban amar, y había seguido amando, al tú, al él... a todos. Obligada a veces por sí misma al deseo, al querer hacerlo, al hacerlo; al vivir. No quería dejar de hacerlo nunca, y a veces no era fácil. 

Porque estaba por todas partes aquel recuerdo superfluo que después se le presentaba ante los ojos importante en las noches. Una Estrella que quería volver al hogar, una magia que se esfumó de un momento a otro, la luna, sonriente que la miraba al pasar, cada noche, en un camino un poquito más largo; seguirá ella hasta Campanet? La lluvia y los adolescentes besándose en la plaza frente a su trabajo. Amanece y ella despierta, y está sola, de nuevo. Buscar las sonrisas sin poder acariciar su pelo y no tener que quejarse ninguna noche de que alguien le hace "boriquetas". Por ver si está, va al baño y le llama; quiere oír la voz que extraña. Busca la libertad pero no la encuentra, e increíblemente, encuentra su imagen entre lágrimas y humo; no quiere perderse.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Mudanza

En una caja miles de ilusiones y en miles de bolsas, ropa, recuerdos, un anillo de coco que creímos perdido, una sonrisa, un día de aquellos en que nos abrazábamos fuerte, las mañanas, las veces que me he quejado de que me chupes la cara, y también las discusiones, las malas caras, los días en que, después de la tormenta, la calma venía en forma de vergüenza de nosotros mismos. En una caja de colores puse todos aquellos mensajes que me mandaste casi cada día, desde hace dos años, preguntando qué quiero para cenar o para comer (dependiendo del turno, del trabajo, de las prácticas, de los repasos..). En esa misma caja guardé tu cara iluminada cuando llegaba, tu sonrisa increíble mientras, los días de libre, decías "hoy estás aquí". 
En una cajita más pequeña, de color azul, tus anillos, tus collares, los colores de Jamaica y el blanco y azul de nuestra Guate, también guardé el color de Mallorca en el reencuentro, tus miradas bonitas cuando los leones llamaban de nuevo a nuestro mundo. 
En una de las bolsas que hiciste tú, metiste todos los bolsos y mochilas que me acompañaban y ayudaban trasportando mi día a día, a veces en tren. En el bolsillo pequeño de la mochila de colores  (por la que pagué 70 quetzales y un par de sonrisas), encontré también una caricia, al lado de un olor, una camiseta olvidada por ti, tu presencia olorífica. Tú llevas también una maleta llena de soledades y compromisos, responsabilidades y cosas que querías decir, pero que finalmente nunca dijiste. 
Llevas una maleta llena a rebentar de todo aquello que conseguiste aquí, pero también de huecos que representan todo aquello que perdiste. Nos conocimos muy lejos de aquí, y aquella noche tú te llevaste la luna, y yo las cortinas de colores mientras suspiraba. 
Dejamos flotando en el aire, de aquí a Barcelona, mar adentro hasta llegar a ti, los motivos, los tequieros, las equivocaciones, la ilusión que a veces se marchita. Dejé ahí la convicción de que no hay un lugar mejor que tus brazos, para que las lágrimas no me acompañen siempre. 
No sabíamos  muy bien qué queríamos, pero todos sabíamos que necesitábamos huír. Y a veces nos imaginamos otras vidas, y sonreíamos y decíamos que era necesario llevarla a cabo para luego renacer. Renacer cada uno, consigo mismo, y luego... volver a huir, juntos. 
Todas estas cajas, Estrella, Noelia, Penélope, Shica, Mary, yo, nos sujetamos el corazón cada vez que llamas. Después de haber tocado fondo, necesitaba que ocurriese, y tú... también. 
 Pero nunca pensamos que sería tan duro meter toda una vida en cajas, bolsas y más cajas. Y es que en las mudanza siempre se rompe algo, y algo siempre se pierde. Pero no se rompió el vínculo aún,  y no se perdieron las palabras amables y las ganas de besar a contrareloj. 
Guardo debajo de la almohada tus pupilas dilatadas mientras el sexo te eriza la piel y te convierte en animal, de nuevo. No voy a sacarlo de ahí hasta que vuelvas, y volverás. 
También tú guardaste mis hormonas en una cajita morada sin compasión, acariciándolas cuando caen las estrellas, y me llamas con la voz rota. He guardado las ganas de beberte y mis ojos cerrados perdiendo el equilibro. Guarda tú, vida, el poder hacerlo todo, el poder seguir, el viento entre las ventanas de nuestro primer hogar, la playa de Chewecha, aunque se haya hecho tarde, mi amor.
En el pelo aún llevo tu última caricia y en mis oídos el susurro entre lágrimas, mientras un señor decía que debías irte. Adiós, León. 

Sonrío y espero, 
te quiero.

sábado, 15 de octubre de 2016

Carta al mar.

Querido papá Andrés: 
Soy Mary, la monina. Tu nieta. 
Hoy es tu cumpleaños, quería felicitarte y no sabía muy bien cómo. Ya sabes que estoy muy lejos de ti, desde hace ya muchos años, y no puedo más que llamarte por teléfono. Cada año, el 15 de octubre te llamo tarde, y te pienso desde temprano. 
Pero últimamente no me pasa sólo el día de tu cumpleaños. 
Desde hace algunos meses -o un par de años?- te pienso a diario. Me dedico a pensarte, a veces inconscientemente, y, otras veces, paro, me digo "piensa un ratito en él", y me dedico a recordarte. 
Perdóname  porque siempre intento recordar las cosas bonitas, las risas en aquel baño, los días que salía del cole -ay, Llevant-, y te encontraba ahí, hablando con el abuelo de Sergio, esperándonos. Y te preguntábamos qué había para comer y siempre decías: no sé, mamá Juana lo estaba haciendo.O cuando pisé aquella abeja y me llevaste en volandas, riendo mientras yo lloraba; La monina está hecha de manteca. Siempre intento pensar aquellas veces en que tú aún eras tú y me acariciabas con los ojos llenos de cielo, siempre. 
También suelo pensar que algún día podré volver a ti, aunque sé que no es cierto. Me gusta pensar que Nietzsche tiene razón y volveremos a vivirlo todo, poquito a poquito, a sorbitos. Y ojalá pudiera tener esa sabiduría y saborearlo de verdad, para recordarlo, ahora, con más viveza, con más intensidad. 
Papá Andrés, ¿cómo estás? Cada día te pregunto lo mismo. Te matan los dolores.  Y más cosas. Y tus obsesiones. Porque yo no te conozco tanto como hombre, pero te conozco como abuelo. Y hay cosas que obsesionan a mi abuelo desde hace eones. Tu amor por mamá Juana, esa gitana que desde el principio cegó tu pensamiento, tu obsesión por las tierras, por el trabajo bien hecho. Por la peña la Zua, por tus hijos... Por tus nietos. Por la familia. 
Y hoy, roto tú, y por ello rota la familia, nos miramos cuando caes y no sabemos qué decir. Y buscamos soluciones, no las encontramos y te buscamos de nuevo a ti... y ya, hay veces que no te encontramos. 
Y te quiero. Te quiero mucho, y te querré siempre. Porque eres el azul más cielo de mis días y porque fuiste el mejor abuelo que se puede ser. Y recuerdo con dolor que ya no importa el pasado, que a ti sólo te importa que te duele, que no quieres seguir, y que la vida ya acabó.  Y te escribo hoy, porque no sé si tendré más oportunidades, y quiero que sepas que te adoro. Que eres el mejor abuelo del mundo, el mejor hombre de la galaxia y, muy mucho, el mejor marido del universo. 

Agradecerte es lo que deberíamos hacer todos, porque todos salimos de ti. De ti, de tus manos, de tus ojos. Siempre tus cervicales, llanto de piedra. Piedras, papá Andrés, que son tuyas, y mías. Y eres. Y te adoro. 


Feliz cumpleaños, papá Andrés. 
Per molts d'anys, ojalá.

Y miro hoy el mar, que es lo que nos separa, y lo envío... para ti.
Tu monina.

jueves, 12 de mayo de 2016

Papá Andrés

Tiene los ojos teñidos de cielo y mar.
Las manos llenas de luna,
de sol trabajado.
Un día, su cuerpo no dio más de sí,
Y sus células se amotinaron,
Violentas,
Malas,
Dolorosas.

Sus piernas ahora ya no
son capaces de hacerle caminar,
a veces tan sólo de aguantarle.
Marisol, cubierta de nieve,
sostiene al mundo en sus manos,
cuando ya no puede más.
Deprimido, triste,
sin más.

Ochenta y tres años
que le pesan como toneladas,
Sólo quiere mejorar,
descansar... O ya nada.
Acaricié sus piernas,
su espalda, su cara,
aquella noche en que
parecía que su corazón escapaba.

No escapó, quedó allí,
aunque temblando de frío,
sobre todo, de miedo.
Miedo, que también tengo yo.
De perderte después de todo,
Después de todo, de no poder verte.
Te recuerdo en los jazmines, en la hierbabuena,
y en las luces. Azules.

Sé que marcharás,
aunque no quiero que sea ahora...
Aún me quedan caricias que darte,
palabras para ti,
relatos hechos en tu regazo,
poemas que nunca escribo,
miradas a tus mares,
maneras de quererte.

martes, 10 de mayo de 2016

Adolescència?


És difícil articular paraula quan no saps molt bé el què sents. Al llarg de la meva vida he après algunes coses importants, com que allò que t'agrada sempre és el que millor se t'ha de donar, o que enamorar-se cada dia és necessari.
Mai hagués pensat que aquestes dues coses, guia de tot el què faig, s'unirien d'una manera tan... perfecta? potser aquesta sigui la paraula correcta. 
Ja no queda més. S'ha acabat. Aquella joventut, aquella plenitud... Aquells ulls que m'han matat cada dia des de febrer. 
Són aules. Plenes d'energia, de ganes i de desganes, d'ànims i de molts desànims, d'hormones, de intel·ligència, de mandra, de bromes, de prejudicis, de post-judicis... De mirades despertes, d'al·lots que es dormen, que xerren, que s'insulten, que s'estimen, que descobreixen el sexe, que s'enamoren, que són amics i amigues d'una manera que els adults ja hem oblidat. Les aules estan sempre plenes de colors. A dies de colors tristos, grisos i paraules que fan mal, en àrab i en català. Dues cares que es repeteixen a cada una de les classes. El meu Alberito estimat, font de sentiments, i el seu Musta estimat, font, també, d'adolescència. Alguns són terratrèmols, altres són tormentes, dies assoleiats i fins i tot huracans. Però riuen i els terratrèmols et duen a llocs insospitats, les tormentes són plujes de colors i els huracans calmen per escoltar-te. Es viu d'una altra manera. Tota la vida possible està  dins d'un adolescent. Es viu amb els ulls plens de llàgrimes de rialles, la pell plena d'obligacions i de drets, de maneres de fer-ho, de trampes, de motxilles, companys, amics i amors. Però tot és tan sumament important que sembla que pots perdre la teva visió del món cada dia. 
És tan difícil explicar-ho tot... Són vida, s'ha de viure i s'ha de conèixer, estar amb ells per poder entendre tot allò important de la vida, per poder entendre que hem oblidat com ens hem d'enamorar de veres, com ens hem d'oferir a un amic o amiga, com hem de parlar quan estam tranquils i fins i tot com s'ha de somriure. Totes les respostes les tenen ells... I no ho saben!!! 

Adolescència, tresor compartit dels professors de secundària. El meu tresor... futur.


Fins sempre, B2B, B2A, B1B, B1A, E4A, E4B, E4C, E3B, E3C, E2B...  



De joven la ilusión eclipsa la razón, nos mueve la pasión, nos guía la intuición. 
Dinamo.

viernes, 25 de marzo de 2016

Ortegon(itos)

Fue el primero en llegar, a pesar de que es el más pequeño (o eso dicen). Fue el primero en llegar, todos lo esperaban con ganas, con ansias. El primer sobrino, el primer nieto, el primero. Fue algo más que un primo a partir de mis siete años. Era capaz de no enfadarse conmigo, de entenderme siempre, de jugar a barbies y a videojuegos de lucha. Hacíamos, con los ojos conectados, muñequitos de papel, y los recortábamos, poníamos cartón y creábamos nuestros propios juguetes. Éramos más que primos, éramos una relación muy especial con cuatro días y tres años de diferencia. Aprendí a quererle mucho a pesar de todas nuestras diferencias (que las hay), y cuando yo estaba a punto de empezar mi etapa adolescente, pum, se me fue. Pero se fue queriendo, porque quería buscar en la vida los cielos azules de los nuevos amigos, porque, además, esperaba que yo (nosotros) rehiciéramos el mismo camino que él, que le encontrásemos a muchos kilómetros meses adelante, pero no pudo ser. Y no le perdí del todo, nunca. Me contó por teléfono sus primeras experiencias, sus primeros amores, una iglesia. Las lágrimas y las cabezas de mudanza. No lo perdí del todo, sólo perdí su piel y su manera de hablar, cerca. Pero crecimos, por separado, estudiamos, nos gustaron las cosas más diferentes, y, hoy, aún así, no lo he perdido. Nos reencontramos en las mismas calles, con el mismo olor, abrazos de reencuentro y de despedidas, y hoy, vuelve a estar tan cerca. Hoy me cuenta también algunos detalles de calas bonitas y detalles feos, y siento que, de nuevo, podríamos jugar juntos, crear nuestros propios juguetes y compartirlos. No nos perdimos tanto. FJ.

Y después, él. Él no sólo es el segundo de los primos, sino que, además, es también mi hermano. De pequeños, muy pequeños, éramos inseparables (tampoco había más remedio, pero bueno). Soy y ya era muy perfeccionista, con mucho cuidado por los detalles. Y él, tranquilo siempre, se sentaba en aquel sofá amarillo, miraba cómo su hermana creaba de la nada inmensas ciudades para jugar, inmensos escenarios para vivir. Lo miraba sonriente, disfrutando del momento. Cuando yo acababa mis escenarios, él bajaba del sofá y acababa con ellos. Yo lloraba, él reía, los padres reñían y reían también. Muchas trastadas, muchas maneras diferentes de ser en la vida, muchas discusiones, y, en la adolescencia, también mucha complicidad. Hubo una época en la que mi hermano era capaz de contarme las cosas esperando mi opinión, esto es, dejando que yo también hablase, e incluso a veces, me hacía caso. De repente se truncó. Demasiadas hormonas, demasiada adolescencia, demasiada fuerza y mi inseguridad. Demasiada agresividad en un sólo momento. Y ningunas ganas de justificarlo. Mi hermano es el reflejo de una infancia preciosa y de una adolescencia difícil. Psicólogos, puntos de inflexión, cartas de despedida... Mi hermano es sensible y no lo muestra, es hermano y a veces le cuesta. Nos perdimos, pero tengo la esperanza de encontrarnos algún día, y que seamos capaces de hablarnos, de mirarnos la piel del alma en los ojos, de abrazarnos, perdonarnos y, claro, pedir perdón. Diferencias hay miles, millones. Pero espero que ninguna de esas diferencias sea suficiente para frenar el reencuentro, algún día. JC. 

La tercera fue una niña. La primera niña. Morena, muy morena. Pelo rizado, ojos oscuros y la risa más contagiosa de mi vida. Ella fue antes amiga que prima, antes lágrima que añoranza. Tauro, que se impone ante todo. Es fuerte, es consciente, contundente y constante. Trabaja cuidando personas, y no creo que pueda existir algo más bonito. El trabajo es duro, arduo, pero ella lo disfruta sabiendo que hace la labor para la que llegó hasta aquí. Recuerdo siempre un pequeño accidente de tándem (pequeño...) en el que yo ni siquiera caí de aquella bicicleta que nos unía en el mismo camino. Yo no caí, nos estrellamos contra el pozo y ella perdió el equilibrio, nos caímos, pero no del tándem. Reímos tanto que nos dolían las costillas y los mofletes, mofletes de niñas andaluzas, ella más valiente, yo más pequeña, más insegura. Siempre fue alguien a quien yo admiraba. Me daba miedo montar en bici y ella ya llevaba una moto. Me daba vergüenza hablar en público y ella preparaba actuaciones frente al vecindario, conmigo. Me daba tristeza pensar en irme, y ella ya sabía que nos echaríamos de menos. Era segura de sí misma. Lo es. Nos enviábamos cartas con fotos del pasado y del presente, nos contábamos las cosas escritas en papel y fue testigo de mi primer beso. Sonrío al recordar aquel primer "beso de agua", a medio camino entre la rebeldía pre-adolescente y las ganas de saborear el mundo. 
De adultas seguimos siendo diferentes, seguimos siendo seguras, inseguras, trabajadoras, estudiantes... Pero siempre, siempre, el abrazo más sentido es el suyo. Fuerte, largo, acariciante; risas. A. 

Después de mí misma llegó él. Los ojos como el mar, o como aquella piscina en la que vimos ahogarse nuestro pato gris. Llantos y ahora risas. Era menudito, pequeño, con las orejas de soplillo, las chanclas siempre un paso más tarde que los pies. Sonrío al recordarlo. Se enfada a veces, pero no nos dábamos mucha cuenta. Con su hermana era capaz de abrirse la cabeza, hoy la defendería a capa y espada. Es típico, es la verdad. Pero forma parte de su encanto. Es grande,  uno de esos hombres  a los que tienes que mirar porque no puedes no hacerlo. Se enamoró hace dos años y ahí sigue, enamorado y siendo él, también. Se enamoró de una menudita chica con más carácter que cuerpo y más amor que vanidad. Se enamoraron y me alegré al verles, porque él es aquel con el que jugaba en el quiosco, porque me entendía y siempre intenta acabar con los problemas. Es bastante Ortegón. 'Tiene guaza a esportás' y a la vez muy buen humor. Es el cansino de mi vida y siempre que le recuerdo se me escapan las sonrisas por los poros. Es el más cercano en edad, cuando discutía con mi hermano, él venía a secarme las lágrimas, y a veces también a calmarle a él. Fue cómplice de mi hermano en muchas trastadas, y por supuesto fueron más rápidos que nosotros cuando nos cogieron vendiendo libros. Es música, también.  V. 


Después llegó otro primo, de otro tío. Se crió gordito y llorón, con los mofletes más gordos que he visto en mi vida. Daban ganas de pellizcarle todo el rato. Siempre ha sido especial, especial de muchas maneras. Es callado, pero también es capaz de decir muchas cosas a la cara. No quería estudiar, pero tampoco es que se le diese mal, simplemente no quería. Él era aquel niño que no quería hablar con nosotros, que se escondía cuando jugábamos o que siempre hacía trampas sólo para enfadarnos. Pero no pasa nada, creció también, aunque también de manera diferente, y, aunque a veces es difícil, intentamos formar parte de lo mismo. Porque él no está lejos como yo, pero a veces se aleja sin saberlo. Se enamoró tal vez de alguien de quien jamás pensaba enamorarse, pero le correspondieron, a pesar de sus bromas sobre perros queridos y a pesar de ser aquel adolescente eterno. Después descubrí de él que es trabajador, que le gusta ser independiente y que sus sonrisas tienen menos motivos que existencias. Que sonríe sin parar a la vida, y eso, también me gusta. El es aquel primo un poco  más extraño, que a pesar de todo, forma parte de nosotros. A. 


Y después llegaron dos. Dos preciosas hermanas del anterior. Eran también especiales desde el día en que nacieron. Eran dos, al principio iguales, después tan diferentes. Las mismas manos, los mismos pies, casi hasta la misma piel. Vestían igual y hasta miraban igual. No fue hasta la adolescencia que vimos cambios en cada una, que vimos diferencias entre ellas. Diferencias importantes, diferencias de la vida. 
Ella es abierta, es inteligente, es conversación sobre prejuicios sobre una mesa de billar, y también sobre parejas equivocadas en el coche de una nueva pareja. Es cambio, es movimiento, es trabajo, es simpatía. Todo eso es ella. Es timidez cuando ha de presentar a alguien a quien quiere, es cariño cuando saluda, cuando despide. De ella recuerdo de la niñez que me miraba con ojos grandes y que a veces se quejaba de algún trato familiar, y yo le daba la razón. Es lo más parecido a la corriente de los ríos, con fuerza y a la vez suave. Z. 
Y su hermana es (casi) igual, pero (muy) diferente. Es tímida, pero con mucho carácter, es independencia pero también vida compartida con alguien a quien quiere desde hace ya algunos millones de caricias. Es inteligente, también, pero prefiere seguir formando su cuerpo, y su físico. Lucha por conseguir la tranquilidad junto a los que quiere. Si ha de decir algo, por desagradable que sea, lo dirá, a la cara del culpable. Es sincera, es muy sincera. Ella es más cercana al mar, porque tiene fuerza y calma, suavidad también y bravura. T. 

Algunos años después llegó ella. Pensábamos que iba a ser la única, y finalmente no lo fue. Llegó en una época de discusiones, visitas que no se esperaban y muchas sonrisas en las piscinas. Llegó pequeña, insólita, preciosa. En su infancia era lo más parecido al cielo, cuando yo llegaba a aquella tierra. Ahora es adolescente, adolescente, preciosa y más adolescente. Está en esa época en la que no todo es de tu agrado, en la que quieres encajar y en la que, si no encajas, no eres. Pero ella es, es y siente, y mira, y taladra con la mirada si hace falta.  Es precisa, hace bromas que dan siempre en el clavo y no tiene mucha vergüenza. Todos mis recuerdos con ella son preciosos y a la vez tristes, fue la persona que me presentó en mi tierra. Es la que desde hace años me abre la puerta con una sonrisa, me abraza fuerte y va aflojando poco a poco. Ella es ternura, es casi mujer y más mujer que muchas, es fuerza, es alma, es futuro, son ganas. Fineza en grandes cantidades y ganas de conocer el mundo de manos de los scout, grupo del que ella forma parte, y que forma parte de ella. Es las ganas de vivir, mezcladas con traumas de la infancia que ya vamos a ir superando. Es Ella, no hay más. A. 


Y aunque pensábamos que iba a ser solita... llegó su hermana. Tan diferentes. Nacieron el mismo día con seis años de diferencia y mil millones de diferencias. Es aún pequeña, es aún una niña, aunque ella no se lo crea. Tiene edad de pintar con colores y ella ya quiere ver los colores reales de la vida. De pequeña era graciosa, pizpireta, un poco entrometida y a la vez muy sincera. Sincera que todavía es, que a veces hay que pararle los pies, pero a veces, cuando yo lo hago, ella me mira, y, al rato, pide perdón con lágrimas en los labios. Y por eso sé que ella es también sensible, que sólo tiene que encontrarse a sí misma en algún momento y ser capaz de borrar todos esos prejuicios que crea con su actitud, de momento. Pero es sensible y es buena, aunque a veces juzgue a la gente sin conocerla y con sus ojos de diferentes colores sea capaz de ver el mundo brillar. Ella es pequeña pero dejará de serlo, y cuando no lo sea, sabremos quién será de verdad. N. 

Y no mucho después... Por sorpresa, otra niña. Una niña rubia, con el pelo de punta y muchas lágrimas que demostrar gritando. Un bebé llorón que cuando sonreía se comía el mundo. Me llevaba (ella a mí) a la playa, hacíamos fotos, nos bañábamos juntas y yo la sostenía en el agua, y ella a mí en la vida. Poco a poco crece y crecen sus sensibilidades, sus manías y sus ganas de ser feliz. Es algo insegura pero confío en que sea algo que se pueda trabajar. Le gustan las princesas y le seguirán gustando, estoy segura. Es de hielo y a la vez suave, como una brisa fresca, pero cálida. A veces me da miedo que caiga a medio camino, pero sé que habrá gente para ayudar, y sé que algún día será capaz de hacerlo por sí misma. Es responsabilidad extrema, es una edad preciosa y unos sentimientos encontrados. Adora a sus padres y a sus hermanos, pero tal vez es demasiado amor para su pequeño corazoncito. Es princesa, toda. D. 

Sólo un añito después... Él. Y me trajo lo más gracioso del mundo. El monicaqui rebelde, aquel que hace las cosas sólo porque quiere hacerlas, al que le faltaba un diente y que me daba besos en la nariz. Que si lo recuerdo sonrío, siempre, y me hace la vida más fácil en verano, y en invierno un recuerdo. Él es pequeño todavía, y cuando sea grande espero que no se olvide de quiénes somos. Es despiste, es diversión, es pelotas, aviones y cines a carcajadas. Es piscina y es bruto como él solo, aunque a veces también la sensibilidad le desborda los ojos. Es mi niño, ahora. En una iglesia deja de caminar para mirarme y darme un beso, para decirme que me recuerda, que me quiere. Le adoro. No quiero perderle nunca y por eso le sigo diciendo que no me olvide. Le gustan los bichos y tiene un alacrán que "éste es el que le picó a la tata Mari Carmen". No hay más, es eso, simplemente, es él. D. 



Y por último... (de momento), el pequeño. El más pequeño y el más libre de todos. Estilo propio desde que nació, poca vergüenza que se la debió dejar por el camino. Trastadas, travesuras, inteligencia y picardía, un niño muy pequeño que es capaz de quedarse con todos. Es gracioso, gordito, a veces con un poco de mal carácter y otras con el mejor del mundo. Hermano de los dos últimos, él ha llegado como quien no quiere la cosa, casi sin ganas de llegar, porque sabía que el mundo le estaba esperando, nos preocupó hasta que nació, aunque él no lo supiese. Pero hoy sigue siendo él, en ese sentido tan propio, tan suyo, tan tirantes y boina con dos años... Es libre, más que nadie. Es libertad, por lo tanto, y es sinvergüenza y es precioso ver la vida con él, y agarrarlo para que no escape, y secarle a veces las lágrimas, y compartir sus sonrisas. M. 



 Y yo... que sólo soy una más o una menos, que estoy en medio de todo este batiburrillo de genes, de ADN's y de maneras de hacer y de ser. Que sólo soy una más de las que está lejos, de las que a veces os siente tan cerca, y otras os echa de menos. Una más en aquella playa de Es Trenc, soñando con que pudiese ser posible que la vida nos devolviera el tiempo que se perdió entre nuestros dedos, soñando a veces y dando gracias en otros momentos, celebrando que no se acaba la relación, la maraña de complicidades, de sueños, de metas y de conversaciones. Pero me lamento también, muchas veces por estar tan lejos de vuestros institutos, colegios, puestos de trabajo, amigos, parejas... Porque me gustaría conoceros más, y porque me gustaría ser más de vosotros... Pero, gracias, por seguir siendo parte de mí... 

Mis primos. 

martes, 8 de marzo de 2016

Sobtadament, somriu

Mai hagués pogut ni imaginar que això passaria, i que, sobretot, passaria a aquest moment de la meva vida. 
Des de ben al principi d'aquest somni ja m'imaginava a un claustre de professors, a un departament de filosofia amb companys i companyes amb els quals he compartit, he viscut i he parlat des de la pell cap al món. 
¿Te imaginas que nos encontremos algún día en una sala de profesores? Però avui... Estic de pràctiques i la meva "tutora en funcions" és una d'aquestes companyes. Ahir em va enviar una foto de la seva assignació de pràctiques, amb més somriures que pors i amb més pors que seguretat, i em va eclipsar la seva alegria. Jo, a un tren entre camps, a camí entre Andalusia i el meu món real, somreia i repetia una i una altra vegada qué fuerte, es que es muy fuerte. 
Na Tania. Aquella nina "exemple de bellesa natural", petita, forta, dona, amable, somrient, científica i filòsofa. Amb la que he compartit dies de platja, converses a un cotxe al camí de casa seva, alumnes de repàs, na Tania. Companya d'institut, d'altra aula, de carrera, d'altra univeristat, de pràctiques, d'altre institut. Avui, ara mateix, mentre jo faig llistes d'alumnes de B2A i B2B (el seu i el meu curs de fa ja un parell d'anys), ella fa classe als de B1A, que la miren per primera vegada i ens abraçar-nos juntes, darrera, davant d'una pissarra i amb els ulls estranys, a mig camí entre l'alegria i la raresa. 

I no veig més que oportunitats d'aprendre, de crèixer, de conèixer-la, de fer-la un poc més meva i ser un poc més seva. Tania, aquella nina amb la que tinc tantes coses en comú i tantes altres que em separen. Confidències llunyanes ja i obscures a la nit de la meva vida. Tania, amiga, companya. Avui, també tutora però sobretot companya. Tania, quines ganes de començar. De començar a caminar amb tu a aquest repte que sen's presenta. Tu, com a substituta de filosofia al nostre institut, jo, com a alumna de pràctiques al mateix, tu cobrant, jo pagant, però les dues aprenent, fent-nos costat, somrient pels passadissos que un dia ens varen veure riure i plorar. Tania, quina emoció!! 


PD: T'esper a Ca'n Gori, al temps del pati, entre la teva classe de B1A i la meva de B2B. Somriu!! 

sábado, 20 de febrero de 2016

Te amo. Definición.

Hace ya algún tiempo que nos conocemos. Al principio todo era tan maravilloso que nos volvimos locos, no pudimos aguantar más de cuatro meses separados y seguiste mi rastro sin pisar mis huellas, rodeándolas con las tuyas. 
Después de la alegría inicial, normal y abrumadora, después de que se nos fuese la luz en Campanet como en Livingston, de ducharnos juntos y mal, de hacer el amor en la cocina y de follar como locos por los rincones, de besarnos la piel del alma y del cuerpo, de ver contrastadas nuestras pieles y enamorarnos, caímos de aquella nube. 
Caímos porque no todo es fácil en esta vida que hemos creado, donde tú no tienes las oportunidades que creíamos tener, ni yo las fuerzas eternas para mantener vivo todo esto, y lo mío. Después de eso, fuimos capaces de perdernos el respeto, de mirarnos como enemigos, algunos de escaparnos y otros de insultarnos, de casi perder la razón sin los motivos suficientes, de no querernos bien, de caer de nuevo, a veces sin poder levantarse. Nos decepcionamos. Tú a mí, yo a ti, y el mundo a los dos. La vida no era fácil y a ratos los pies y las manos nos dolían al intentarlo. Tiramos la toalla algunas veces. La tiraste tú, la recogí yo. La tiré yo, tú la recogiste, la lavaste, la secaste y la doblaste. Me la devolviste como nueva, con una sonrisa en aquella cara que se ha llevado ya mis mejores besos y me ha regalado las mejores maneras de ver el mundo.
Fuiste capaz de entender mi manera de relacionarme, y hasta de compartirla. De dejar que otras pieles toquen la mía con suavidad, y tocarla tú con dureza y cariño. De decir que somos el uno del otro de una manera metafórica, poética y muy sexual. De dejar que sea de otras personas algunos ratos, de ser de otras personas algunos segundos. Fui capaz de entender que la soledad es también amiga tuya, y que cuando la necesitas, yo debo marchar. También de ver que mis palabras no siempre ayudan, aunque a veces son necesarias. De oler la vida desde tus ruedas, de limpiar las lágrimas de la desesperación y besar la mejilla del desencanto. Conseguir que sonrías después de un llanto desesperado por no querer estar más en cama, mi gran logro. Entendiste que sí, que la gente da igual, que no nos importa, pero que son necesarias las voces ajenas para entender las propias, a veces. Entendí que no podía poner diques al mar, que no podía cortar el fuego con papel, que eres mucho más que una persona, que tienes alas, que tienes ruedas, que ruedas, que vuelas y que has decidido que yo sea la que pueda participar de ello. Y yo vuelo también, y voy y vuelvo y sabes que volvemos los dos. Porque tú necesitas espacio, amigos, noches de libre albedrío y alcohol de vez en cuando. Y yo espacio, amigos, noches de libre albedrío y otros amores de vez en cuando. Y lo respetamos, nos equivocamos, nos damos cuenta, pedimos perdón, besamos. 
Y hoy hemos celebrado que estamos y que somos. Y una sonrisa inunda mi mente y mi espalda desde hace ya un rato. Una tarde libre. Una tarde libre que hemos decidido dedicárnosla. Menos mal que lo hemos decidido, porque ha sido la mejor tarde desde hace muchos meses. 
Has sido capaz de borrar de mis ojos el cansancio y dibujar de nuevo el deseo, la piel ardiente, las canciones de Marwan, de Dread Mar I y de Canserbero. Y en mi piel se revuelves de nuevo aquellas tardes en el paraíso sintiendo más que pensando y viviendo más que trabajando. Porque me enamoré de ti allí, y consigues que lo haga de nuevo, aquí. Eres el Tú genial para mi Yo. Eres la persona que me dice: ¿Cómo va con el abuelito Buber? cuando me ves llegar sonriendo y el que sonríe cuando se lo pido. 
Eres increíble, eres una sonrisa sobre ruedas y el sexo más placentero de mi vida. Eres la caricia suave, el sol de otoño, la pasión adolescente, el agua hirviendo y el té de canela. Olor de jazmín en casa, recuerdos de infancia, tú y tus planes de futuro. Que me incluyen y me hacen eterna. Las cosas que los otros me hicieron, son cosas que ya no pasan, que ya no recuerdo, que ya no entorpecen mi vida. Y si vuelven a hacerlo, Prapa, sé que estás ahí para tranquilizar al universo, subirme de nuevo a las nubes y desatar mis alas. Fumemos ahora. Volemos lejos y sonríeme de aquella manera. Hazlo, es fantástico. Ábreme, pero no cierres. Deja que entre la luz, los espacios y las personas. Las tortugas, Estrella, nuestra casa, nuestras margaritas, tu marihuana y mi jazmín. Tus pantalones al lado de los míos, no lo olvides. La cocina humeante de caldo de puchero, puré de verduras, filete de ternera y pescado. Sin que falte el chocolate para Marito, algún vino para Oscarito y pieles en braïlle. 

Te amo. Definición. 

jueves, 14 de enero de 2016

Amistades

Encaje que une su ropa y su piel. Encaje rojo, que cubre con sutil transparencia aquella pequeña parcela de placer. Parcela de placer que hoy –y sólo hoy- cede gustosa a aquel hombre. Hombre, aquel hombre que desprende feromonas en su olor, y que la vuelve loca con su tímida sonrisa. Sonrisa que sólo saluda cuando es necesario, y que cuando no lo es, a veces, se esconde. Esconde ella parte de su anatomía, por vergüenza, por inseguridad, pero esta vez también tiene claro que quiere quitárselo de encima y dejar de esconderlo, mostrarlo y sentir que es libre, que, cual mariposa, tiene alas, y que sus alas sirven para volar. Volar, que ya vuelan, uno frente al otro, mirándose directos y descarados, mostrando también el deseo. Deseo. Deseo que va y que viene, que viene y que se da. Se da entre ellos y se lo dan el uno al otro. Otro, otro día, otro momento, de otro año incluso, de otra manera. Manera... Esa manera de él, tan elegante, tan sublime y tan grandilocuente. Grandilocuente pero humilde, humilde pero complicada, complicada, pero sencilla. Sencilla porque los dos quieren, porque se quieren y ella. Ella contraria, mujer y mucho, sencilla y no demasiado femenina. ¿Femenina? Su figura. Figura marcada por las curvas, la piel erizada y las sonrisas inocentes. Inocentes, no es la palabra que los definía hace unos días. Unos días pesándolo, disfrutándolo y ahora, escribiéndolo.

Hacía algo más de cuatro años que no se tocaban la piel de aquella manera. Nunca habían dejado de verse, ni de escucharse, de acariciarse las pieles con las miradas, y tampoco habían dejado de jugar. Eran amigos, muy amigos. Pero hacía algo más de cuatro años que no explotaban el uno sobre el otro.
Aquel sábado fueron tamibén amigos, durante gran parte del día sólo fueron eso: amigos. Pero en cuanto empezó a inundarles la noche, ellos inundaron el mundo.
Él estaba ya jadeante casi al salir de la ducha. Se había vestido, pero ninguno de los dos sabía muy bien para qué. Ella le esperaba en el sofá, frente a un fuego provocado, controlado y caliente, muy caliente. Tres animales daban un toque de distinción inocente, pero elegante, a aquella sala. Estaba en el sofá, y sólo verle, supo lo que iba a pasar. Al principio se seguían queriendo, seguían siendo amigos, muy amigos. Se rozaron la piel, ella sintió electricidad y, como quien toca el fuego, se apartó. Él sintió atracción eléctrica, y se volvió a acercar. La miró, sonrió, acercó su boca a los labios de ella, y esperó. Medio segundo después, los besos se precipitaban por aquellas pieles, blancas y doradas del fuego. Ella acusó frío, él encaminó las manos de ella hacia el verdadero calor. Duro y caliente, ella se sonroja y se quema la mano, bajo ella el calor extremo de las pasiones. Acariciaba ya él su espalda, descubriendo la libertad de ella, sus pechos al aire, pequeños y firmes. Ya estaban erizados, sólo sintiendo sus manos. ¡Aquellas manos! Él enloqueció. Había convertido aquellos pequeños pechos en grandes mitos. Él, pero por culpa de ella. Ella había aprendido a quererse, a quererlos, a mostrarlos y sentirlos propios y bellos. Ardían. Él la besaba y ella tocaba su miembro, duro, durísimo, grueso y perfecto.
Adoraba el calor de aquel hombre. Sin más. Le adoraba, y, ahora, le deseaba. Le deseaba de manera ferviente, dura, cruda, le deseaba su cuerpo, su piel, su sexo. Tocaba el sexo de su compañero y deseaba tenerlo entre los labios, acariciarlo con su lengua y comerlo con tanto gusto como deseo. Pero no lo hizo. Cohibida, se dejó guiar. Él continuó acariciándola con la ternura que siempre tuvo, pero esta vez también con la dureza del deseo puro, sin amor, pero sí con complicidad.

Y me puso a cuatro patas. Sobre el sofá, a cuatro patas me sentía muy hembra. Tenía miedo y a la vez deseaba que hiciese conmigo todo lo que siempre había querido hacer con él. Me comió entre las piernas así, abierta, a cuatro patas y como un animal hambriento pero que se contiene, como si sólo quisiera comer, no matar a su presa. Lamió toda la piel que encontró en aquel lugar, yo ya ardiente y exagerada en la postura. Él acariciaba mi culo y yo abría los ojos fuerte, no podía creer lo que estaba pasando, pero me volvía loca. De repente se levantó, y sentí su pene duro acariciándome el culo. Estaba muy duro, y era perfecto. Era grueso, pero no demasiado grueso. Tenía la medida perfecta. Incluso llegaría a decir que era un pene bonito. Él sostenía mi culo con sus dos manos, a ambos lados de mi cadera, y dejaba que yo buscase la dureza con mi propio sexo. Lo busqué y él lo sintió. Cogió su pene y quiso introducirlo en mí. Lo hizo poco a poco, suave y duramente. Suave y lento, suave pero duro, suave pero sin pararlo. Me embestía con toda la fuerza y toda la ternura del mundo. Yo, derramándome por todo el salón, imaginaba su cara y notaba sus manos en mi cuerpo. Con una mano, me sujetaba la cara suave, me hacía sentirle. Con la otra, me acariciaba la cintura, el culo, la cadera. Sentía sus gemidos tras mi cuerpo. Respiraba acelerado, yo ya no sabía qué estaba sintiendo. Hacía mucho tiempo, muchísimo que no me follaban así. No siempre, pero adoro que me follen de aquella manera porque me deja ser mujer y bestia, me deja ser femenina pero soltar el poder. Pero no siempre lo hacen tan sumamente bien. No estuvimos mucho rato en aquella fascinante situación, pero es que explotamos fieras, los dos. Él pidió permiso, y yo callé para otorgar. Explotó y explotamos, dos orgasmos me separaban y me unían a él. Yo susurré su nombre, me daba vergüenza gritarlo, pero mis labios decidieron por mí. Él me abrazó como aquella mujer abrazaba a los cocodrilos, y yo, sin ser cocodrilo, supe sentirle y matarle a la vez. Me alejé, porque necesitaba sentirlo yo, dentro y en la piel. Y así acabamos aquellos encuentros, comiendo bombones y sintiéndonos comidos, comiéndonos y arañándonos –como siempre- la piel del recuerdo, la piel del alma. Arañándonos el alma, pero acariciándonos la piel.


Sólo fue eso. Sexo, amistad y recuerdos... Pero... Joder, vaya sexo, vaya amistad... y vaya recuerdos. 

miércoles, 13 de enero de 2016

Plenitud

Vainilla. Avui, altra vegada, m'has enamorat. Fa ja molt de temps que m'enamores, m'enamores i m'enamores. 

Estava allà adalt, sota una tarima, darrera d'ell tota una feina de la vida. Rigurositat, educació, passió i sobretot, humà, home, persona, somriure. 
Ell no només és un encant; és que m'encanta. A mi, molt. Les seves mans, els seus gestes, els seus desitjos, la seva manera de mirar-me, somriure i mostrar-me la vida en un somriure. 

Ell juga a una altra lliga, que és també la meva. La lliga de l'amor, de les mirades, els somriures, les amistats i el control, perdut, recuperat, perdut. 
I, ara que les meves pupil·les encara pensen en tu, descobreixo que darrera d'aquestes paraules hi ha també la teva lletra, feta per aquelles mans teves tan tebes, tan meves, molt meves. 
De la meva ment, de la meva boca, les meves mans i la meva escriptura, la meva sexualitat, la meva pell, el meu record, la meva manera de ser i de fer.

Estic plena de tu, i ara, encara vull més.