sábado, 15 de octubre de 2016

Carta al mar.

Querido papá Andrés: 
Soy Mary, la monina. Tu nieta. 
Hoy es tu cumpleaños, quería felicitarte y no sabía muy bien cómo. Ya sabes que estoy muy lejos de ti, desde hace ya muchos años, y no puedo más que llamarte por teléfono. Cada año, el 15 de octubre te llamo tarde, y te pienso desde temprano. 
Pero últimamente no me pasa sólo el día de tu cumpleaños. 
Desde hace algunos meses -o un par de años?- te pienso a diario. Me dedico a pensarte, a veces inconscientemente, y, otras veces, paro, me digo "piensa un ratito en él", y me dedico a recordarte. 
Perdóname  porque siempre intento recordar las cosas bonitas, las risas en aquel baño, los días que salía del cole -ay, Llevant-, y te encontraba ahí, hablando con el abuelo de Sergio, esperándonos. Y te preguntábamos qué había para comer y siempre decías: no sé, mamá Juana lo estaba haciendo.O cuando pisé aquella abeja y me llevaste en volandas, riendo mientras yo lloraba; La monina está hecha de manteca. Siempre intento pensar aquellas veces en que tú aún eras tú y me acariciabas con los ojos llenos de cielo, siempre. 
También suelo pensar que algún día podré volver a ti, aunque sé que no es cierto. Me gusta pensar que Nietzsche tiene razón y volveremos a vivirlo todo, poquito a poquito, a sorbitos. Y ojalá pudiera tener esa sabiduría y saborearlo de verdad, para recordarlo, ahora, con más viveza, con más intensidad. 
Papá Andrés, ¿cómo estás? Cada día te pregunto lo mismo. Te matan los dolores.  Y más cosas. Y tus obsesiones. Porque yo no te conozco tanto como hombre, pero te conozco como abuelo. Y hay cosas que obsesionan a mi abuelo desde hace eones. Tu amor por mamá Juana, esa gitana que desde el principio cegó tu pensamiento, tu obsesión por las tierras, por el trabajo bien hecho. Por la peña la Zua, por tus hijos... Por tus nietos. Por la familia. 
Y hoy, roto tú, y por ello rota la familia, nos miramos cuando caes y no sabemos qué decir. Y buscamos soluciones, no las encontramos y te buscamos de nuevo a ti... y ya, hay veces que no te encontramos. 
Y te quiero. Te quiero mucho, y te querré siempre. Porque eres el azul más cielo de mis días y porque fuiste el mejor abuelo que se puede ser. Y recuerdo con dolor que ya no importa el pasado, que a ti sólo te importa que te duele, que no quieres seguir, y que la vida ya acabó.  Y te escribo hoy, porque no sé si tendré más oportunidades, y quiero que sepas que te adoro. Que eres el mejor abuelo del mundo, el mejor hombre de la galaxia y, muy mucho, el mejor marido del universo. 

Agradecerte es lo que deberíamos hacer todos, porque todos salimos de ti. De ti, de tus manos, de tus ojos. Siempre tus cervicales, llanto de piedra. Piedras, papá Andrés, que son tuyas, y mías. Y eres. Y te adoro. 


Feliz cumpleaños, papá Andrés. 
Per molts d'anys, ojalá.

Y miro hoy el mar, que es lo que nos separa, y lo envío... para ti.
Tu monina.