jueves, 15 de agosto de 2013

Mientras me masturbo.

Ahí afuera debe haber un mundo. Aquí dentro también,  pero creo que es otro.  Llevo meses haciendo esto. Te lo conté un día y tu cara cambió de repente. Te he escrito desde entonces muchas cartas contándotelo. A ti. Todas empiezan igual. Todas se van al mar. 
Mientras me masturbo, pienso en ti. Estoy bien. No pienso en ti todo el día. Ni todos los días. Algunos días sí, pero no todos. Te revivo cuando tengo la piel sensible. Hoy, por ejemplo. Tengo tantos escalofríos que pierdo tu nombre en el sentir. Miro hacia arriba; el techo blanco, cuadrado, tú. Tu cara ahí. Tu nombre en aquel relato. Mi nombre en tu boca. Todo, todo. Con tanta fuerza que me gustaría poder regalártelo en algún momento. Pero no es posible. No lo es. Eso no puede pasar. 
El caso es que no pienso en ti todos los días, ni todo el día, pero lo hago. Lo hago. Y también lo pienso. A veces me duele la mano de pensar en ti. A veces, pienso tanto en ti que mi mano me obliga a parar. No fuiste un amor sexual. No fuiste un amor. Está bien, no fuiste una aventura sexual. Fuiste un cariño, fuiste un paso, fuiste una superación, una caricia. Fuiste aire. Pero hoy, eres también sexo. No fuiste la piel que más me hizo disfrutar en el mundo, pero sí la que más me estremeció. Por eso creo que me masturbo con tus labios. Con tu pene, a veces, también. Pero no tantas. 
Siempre en mi cabeza la misma escena. No sé ya si la inventé o si la recuerdo cada vez. Pero seguro que, cuanto más la recuerdo, más la invento. Y ya no es real. Viviré ya de recuerdos, lo tengo tan asumido que nunca ha dolido. Mientras me masturbo, pues, pienso en ti. En tus labios y en mis dientes. En tus palabras: "muérdeme, niña", "más fuerte, más fuerte". Más fuerte lo siento, y más fuerte me muerdo mi propio labio, porque el tuyo no está. Aunque si ahí. Me estoy empezando a hacer daño, pero no puedo evitarlo. Pienso en tus manos, y casi sin querer, llevo la mía hacia mi cintura. Casi pareces tú. He dicho casi, es muy difícil. De repente recuerdo más y más frases. Una primera vez, una última. También mientras me masturbo vienen otras caras y otros cuerpos a mi mente. Algunos los rechazo; no sé qué hacen aquí. Con otros respiro agitadamente. Últimamente él, y tú. A veces hay otras personas, pero siempre estás tú. Que no, que no, que no es ningún problema. Simplemente me hacías sentir más segura, y ahora, ahora igual. Y por eso siempre empiezo mis orgasmos con tu primera letra.  Últimamente también me llevo muy bien con otras frases, con otras personas que son más bestias que tú, y que aún así me gustan. También me hacen sentir más seguras, pero les cuesta más que a ti. Tú no lo pensabas. Lo hacías, lo hago yo, ahora que no estás tú.
Mientras me masturbo a veces también mi mente no está de mi parte y pienso en ti en aquel momento, diciéndome todo aquello y rememorando mis miedos. Pero intento que mi cuerpo no haga caso a mi cabeza, y sigo moviéndome. Siempre lo consigo. Algunas veces me cuesta más, pero siempre sales tú para salvarme. Siempre aquella frase, siempre aquella cara sobre mí, siempre aquel techo en blanco con tu cara, siempre mi lengua repasando la ele final. Siempre. Y más cosas.
Mientras me masturbo, pienso en ti. Mientras me masturbo, pienso en mí. Mientras me masturbo, yo, me masturbo. 

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