jueves, 26 de julio de 2012

No-besades que saben greu.

Tenia por, com sempre, però ho vaig fer... Com sempre? Estaves nirviós, i tal vegada ella també, encara que li costa més acceptar-ho. Vares fer una broma, i ella quasi volia matar-te, però va riure i va parlar en castellà. Escolta, que a n'es final no puc venir... Me sap greu. Què més li havia de donar a ella que tu no venguessis? Ido li donava. L'importava que venguessis, no se sap molt bé per què. 
Caminava per trobar-te i va pensar que tal vegada el feeling -t'ha agradat, eh?- que hi havia entre vosaltres dos per la xarxa no ho hauria en persona. Te va veure de lluny i va somriure. Uff... tanta sort que no m'està mirant. Ara la mires. ¡Soy yo! I tu ja ho sabies. Ja sabies que era ella, que tenia cabells de boja, que somreia d'aquella manera de la que sempre parlaves i que estava allà. Allà, amb tu. Tu, allà, també. 
Tot d'una vareu començar a riure, i no sabeu ben bé per què. Bromes, qualque confessió, uns nins que s'insulten i vosaltres parlant de porcs, entre rialles, tancant portes de cotxes oberts (quin desastre...) i fent, una vegada més, la vida. La vida que no s'escapa perquè la teniu entre les mans. Potser s'ha escapat el petó, la besada, però no s'ha escapat l'aferrada, el somriure, la complicitat i aquelles mirades que, a vegades, tenen un sentit molt ambigu.
Parlau, de sobte, dels seus amors conceptuals, del seu amor lliure i fins i tot de la seva sexualitat indefinida. Ella no saps si t'has posat seriòs o estàs pensant qualque cosa més teva que seva. Te dóna a la cara amb aquella espècie de "vel" que la seva mare posa al sofá (hortera!) i se sap vermella, tant o més que tu. Parles de petons, de rebuig i ho fas, i t'ho trobes. Li sap greu. T'ho diu, i ho sent, fins i tot te conta, t'explica el per què del rebuig, i de que li sàpiga greu. Li dones una abraçada, súper confòs. De totes maneres, supòs que era lo de menys; la volies conèixer, vols volieu conèixer i saber si encara hi havia un sentiment especial en persona. Heu descobert que sí. A partir d'aquí... la vida s'obre camí amb el que vosaltres volgueu. Turín, una tortuga petita i més monyades vàries; però vostres. De sobte, moltes vegades en la nit, a ella li donen atacs de rialles que no pot controlar. Li fas pessigolles. No ho pot aguantar, i te diu que aturis, que despertaràs als seus pares, però tu no ho fas. Segueix riguent i s'enamora conceptualment de la seva pròpia rialla, de la sensació, de la pessigolla, de les mans que les fan, del moment. Somriu i te mira. Tu te poses vermell. El seu pantaló ha caigut, sense saber molt bé com. No t'ha donat temps de veure res, però sí de sentir molt. Te'n vas... a les 4 de la matinada, agraïnt vespres especials com aquest. Ella, des del seu llit, escriu i escriu per i sobre tu, pensant en què la vida continua essent bonica, encara amb traumes infantils i adolescents, quan existeix gent capaç d'aprendre a entendre les seves bogeries sobre amors conceptuals, els seus rebuigs, les seves pors a ficar-se dins un cotxe o, fins i tot, la seva rialla trista, alegrament infantil. Llavors, ella s'ho pensa; Gràcies? Gràcies a tu... que t'has anat content pel simple fet de veure la confiança als meus ulls, a la meva casa... Gràcies, a tu... I, una altra vegada, me sap greu... 

lunes, 23 de julio de 2012

Voces, gestos y escalofríos.

Esta noche, ésta, en la que se había ido a dormir y había tenido que volver a encender el ordenador -esta vez para escribir- había sido una de las más espeeciales de su vida. Eso era algo difícil de decir, importante para ella, para su pensamiento, para su vida. Había pasado por grandes momentos muy especiales en esa corta vida. Había estado situada como protagonista absoluta en la presentación de un libro, configurado por sus propias manos. Había sido amada, abrazada, besada, nombrada y renombrada... Había leído, escrito, oído una y otra vez todo lo especial para ella. Había conocido gente espectacular, fascinante, maravillosa, y se enamoraba día a día (diez veces por semana) de todo y de todos, viviendo y haciendo de la vida el arte. Sin embargo, aquella situación, una vez más, le había sacado el alma de la piel.

Se encontró de repente, después de algunos minutos que pasaron en pocos segundos, con una voz en su oído. Una voz que, aunque grabada, conocía bien. Una canción, una letra; una voz. La voz era la suya, esta vez más viva y real (vivaz, que diría Hume), la canción, la letra... Era aquella letra que tantas veces había hecho tan suya. La letra que tantos relatos había suscitado... Aquella letra con la que comenzó, el día de su 20 cumpleaños, aquel mágico relato. Esfera del tiempo que marca la vida. Espacio, momento que no tiene fin. Domingo de un año que inicia la huida. Distancia de un siglo que está por venir. Domingo de un año que inicia la vida... Domingo, hoy, esta noche, que se había antojado, que se había enmarcado en su vida como el día en que el autor de fracción de un segundo (caricia de un beso) le había cantado a ella (a ella!!) aquella magnífica canción, con aquella magnífica letra, causando aquella magnífica sensación, al oído. A ella, vuelve a repetirse. No pudo ser más mágico. Ella, su canción, él, y lo que ella había hecho de la canción. También Guerra, y un pastor pequeño, el eterno profesor y el de las manos bonitas. Todos estaban allí. Todos cantaban, a su manera, de una  u otra forma, lo más especial de su vida. Reloj del espacio, agujas de arena. Segundos de agua, esfera de mar. Te busco en la risa, te encuentro en la pena. Espejo, reflejo de mi soledad.  Agujas de arena, y el tiempo que no existe, con los ojos verdes, dibujando en la imaginación horas que se desvanecen en segundos, y segundos que parecen eternos. Segundos de agua, abrazos en segundos, abrazos de agua. Abrazos de agua en su vida, cuando conoció al eterno sonriente, que le descubrió a la tan especial voz que hoy le cantaba al oído. Buscándole en la risa, siempre le encontró en la pena, cuando más lo necesitaba; su voz, allí estaba. Soledad infinita, cuando la sientes en tu piel... Soledad, en el tiempo inexistente. Caricia de un beso, fracción de un segundo.  Y ni el beso más suave podría, en aquel instante  al menos, superar aquella suavidad, aquella sensibilidad cantada, aquella voz de destellos, aquel personaje salido de Extremadura para alegrar -y, también, a veces, melancolizar- a la gente, aquella complicidad entre el pastor y la guerra, entre la guerra y el pastor, entre el pastor en guerra y la guerra pastoril. Entre ellos, con el pastorcito ensimismado, enclaustrado en sí mismo, disfrutando cada uno y todos ellos de las miradas, de sus propios gestos y de las sonrisas del público -De ella, de ellos-. 

Nada podría igualarlo, al menos, en aquel instante, al menos, hoy, esta noche, en la que mi aquella poesía había sido escuchada por mis propios oídos de tan cerca, casi quemándome con aquella voz demasiado suave para este mundo, demasiado sensible para el entendimiento humano... Demasiado, para mí, para mi cerebro, para estas manos que hoy, esta noche, escriben, de nuevo, bajo el efecto de las fracciones de segundo, de las hojas que vuelan, de las mariposas de noviembre y, ahora ya, hasta de hablar en braïlle. 
Gracias; a Luis Pastor, a  Lourdes Guerra, a Pedro Pastor Guerra y, por supuesto, siempre, a la mirada verde.  Gracias... y enhorabuena, por ser como sois. 

Fiera

Gatita salvaje que a nadie obedece
y arañas mi espalda enseñando los dientes,
me tienes atado con piernas y brazos,
con besos profundos que son como lazos,
y exiges muy hondo mi cuerpo en el tuyo
sin poder esconder ni callar lo que sientes.

Entre tus pliegues como el agua fluyo,
sobre tus pechos mi sudor es rocío,
y de tus piernas me sirvo, cariño,
para embestirte con fuerza y hundirte
en el mar que derramas al irte
a donde sea que vayas, grito a grito.

Te acomodas para mí a cuatro patas
y me miras viciosa y sonriente
sabiendo que me pone muy caliente
encontrarte tan dispuesta a que te folle.

No me importa nada el mundo que nos oye
pronunciar los quince verbos malsonantes
entre golpes secos y constantes
de la cama que ya apenas nos soporta.

Exhausto tras tanta maniobra,
llegado el final tan sólo quisiera
bañado en sudor palpitarte en la boca
y verte tragar el amor que me sobra
en el cuerpo que amas y tus gritos provoca.

Ya satisfecha, que duerma la fiera.

Daniel Cirer. 
¡Gracias, y enhorabuena!

lunes, 16 de julio de 2012

Noches agridulces.

Pon atención. Fiesta de estilos en su habitación. Debió volar, debió reír, debió llorar.  Su mente era una fuente de complejos, de inseguridades, de nopuedos varios. Pensaba en el dolor, en el hecho de no ser nada para él -nuevamente, en otras manos, sin ser nada para él-, en lo malo de encariñarse, en desearle, quizá. Su mente iba por un camino, no obstante, distinto al que había cogido su cuerpo. Éste se movía, instintivamente, sin que el cerebro se diese cuenta. Dando vueltas de campana a la propia mente que, al oír aquellas palabras, no sabía ni quién ni cómo ni por qué estaba allí, haciendo aquello. Se quedaba sin aliento, obedeciendo a su cuerpo y, sin embargo, pasaba del estado mental al estado físico, en breves momentos, breves latigazos de racionalidad mezclados con pequeños ramalazos de placer. Le llegó a sobrar la poca ropa que llevaba y, sabiendo que le daba todo, perdió la cabeza. A esas alturas, ella ya quería conocer el millón de secretos que escondía aquel cuerpo. Pensaba en su risa, mientras su boca le besaba, sin rumbo. Miedo, paralelamente al placer. El tiempo que perdía pensando en traumas insípidos se lo regalaba, poco después,  a aquél cuello, a aquellas suaves y preciosas manos, que acariciaban, ahora ya, cada recoveco de su cuerpo.  No supo qué hacer cuando cesaron los movimientos de su compañero, así que dejó que su cuerpo tomara las riendas de su mente. Él -y sólo él, aquel cuerpo- se movía a su ritmo, a su manera, tan sincera como naturalmente, mientras su compañero de juegos perdía, ahora sí  y totalmente, el control. Él perdió el control y ella controló hasta que no pudo más que unirse a él. Suspiros, movimientos espasmódicos, alguna palabra inconexa, sin ningún sentido y su nombre en sus sienes. No lo digas... Supo, sin saber muy bien ni cómo ni por qué, contenerse el hecho de repetir una y otra vez aquel angelical nombre. Él estaba allí, sobre ella, aún embistiéndola dulcemente, ya acabado, ya totalmente dentro de ella, ya totalmente extasiado y ya abrazándola como si fuese lo último que fuese a hacer en la vida.
Ella, abrazada por aquellos brazos, pero, sobretodo, besada por aquellos labios y acariciada por aquellas manos, se sentía la mujer más afortunada de la tierra, pero también descolocada, pensando en qué y en cómo y en por qué estaba allí, ahora, con él. Afortunadamente, después de la práctica del amor, envuelta en su piel, ella olvidó todo aquello, dulcemente, de una manera suave, respetuosa y, quizá por momentos, amorosa, olvidó, entre el cariño de sus brazos, todo aquello. Todo el desazón, la incertidumbre y, quizá incluso, a él. De repente vio, antes de quedarse plácida -dulcemente- dormida, ante sus ojos, que aquello era, realmente, lo que quería, sin la necesidad de aparecer cuando él quisiera, tan sólo haciendo lo que a los dos -¡a los dos! ¿Hay algo más bonito?- les apeteciera en cada instante, sin más compromiso que el cariño, que las ganas, que las vueltas de campana que podría darnos la vida al ver la mirada del otro. Sin ninguna obligación obligada, pero con todos los derechos, cuando estamos juntos. Entonces, felizmente, soñó con él, con aquel momento, con la felicidad. Y no supo qué ni por qué, pero estaba allí, siendo feliz. 

jueves, 12 de julio de 2012

Más.

La vida es maravillosa. Una maravilla, fantástico, espectacular, increíble, fabulosa y preciosa.
Personas que son sensibilidad pura, aunque fríos y distantes de puertas hacia afuera que leen lo que una loca escribe sobre ellos y se emocionan, con los pelos de punta, y son incapaces de evitar sentimientos, aunque intentan evitar sentimentalismos. Sentimientos que sentimos, todos, yo, tú, Buber... El mundo vivo. 
Más personas, esta vez que se agobian, que quieren ir a su aire, que no quieren verte tanto, pero que, cuando les pasa cualquier tontería que consideran buena te mandan un mensaje: yuhuuu! y te alegran la existencia. Te aman, además, en la medida en que son personas, en que están bien consigo mismos y, sobretodo, en la medida en que te tienen a su lado. Más, profesores ahora, casi decepcionados consigo mismo, pero con aquella esperanza en la mirada, que suscita mis cartas (que aún no le doy). Profesores de profesión, de vocación, de vida. ¿Qué eres? Hombre. ¿Quién eres? Un profesor, un eterno profesor. Otras, en cambio, nacimos para ser eternas alumnas frente a ellos. Profesores, amigos, que no sólo profesores que, aunque no te quieren contar lo que ha pasado exactamente, sonríen ingenuamente cuando les manifiestas tu apoyo. Personas a las que quieres en tu vida, sin más. 
Chicas a las que trollean el estado de facebook y que no se acuerdan de que te hablaron una vez de alguien que era de Granada, y yo adivino cosas. Que se van, pierden DNIs y confían en ti, haciéndote un poquito más feliz. Leen tu libro y te mandan mensajes expresando su cariño, su admiración, su amistad. Vuelvo a ser feliz. 
Chicos que se imaginan cosas con  escritoras noveles de relatos eróticos y que, no contentos con ello, se lo dicen, en un mensaje a las tres de la mañana. Allí, en tu cama, tu imaginación, tu mente, mi libro, tú y yo (o tu idea sobre mí). Un agradecimiento, eterno y eminentemente sincero. Un beso en el lado derecho de la cabeza; qué bonita es la vida, señores. 
Reían, y reían, y reían, en algún recuerdo triste, pero hoy, ellos lo entienden todo. Bajó la mirada, borró sus huellas. Se escondió, pasó hambre, tembló de miedo, supo que el fin del mundo llegaría en algún momento, en breve. Entonces, de repente, más personas perfectas, más enamoramientos conceptuales, más recuerdos, más amores, más felicidad y más escritos. Más locura. Mucha más magia y mucho más amor.
Él, ahora más moñas, que me pide cosas extrañas y me prepara desayunos. Intenta no frenar mi libertad, sin saber que en ningún momento lo está haciendo. Me respeta, lo respetamos. Más amor, más libertad. Más. 
Aparece salvajemente la dictadura de la primavera, y violines que son, aunque raperos, pura sensibilidad. Sensibilidad pura en palabras que intentan excusar algo innecesario. Más gente que lee. Más dedicatorias. Más personas que me vuelven loca. Más felicidad, más. Más amor, más locura, más libertad. Más rebelión, más distorsiones de la realidad y más enfados con el mundo, pero, al final; más Mary, más Marie, más yo, más tú, más relaciones y más felicidad. Más mundo, más vida. 
Adolescentes que, de repente, de la nada, entienden el concepto de amor libre, de enamoramiento conceptual y hasta de sexo no-físico. Profesores que dudan de su propia naturaleza y abrazos que, aunque poco apretados, me llegan al alma. "Te quieros" no dichos, y dichos a otra persona; demostrados a mí, dicha la demostración. Cariño sincero de bicicletas, aunque problemas conceptuales que no acaban de hablarse. Desayuno de diamantes y chicas de portátiles pequeños semisordas, pero perfectamente amadas, perfectamente confiadas. Más. Y que no acabe jamás.

martes, 3 de julio de 2012

Renacer un año después.

No estoy. Ni siquiera quiero estar, aunque a veces quizá lo parezca. Aunque, de vez en cuando, yo misma lo quiera, o crea, al menos, que lo quiero. 
Pensando, recordando -y también imaginando, creando, inventando- tengo la sensación de que jamás fui nada para ti. Jamás fui nada más que una loca que se presentó allí casi sin pedir permiso, aunque un poco suscitada por tu actitud amable, cariñosa  y especial que me hacía sentir tan sumamente bien. Hace hoy poco menos de un año que te conocí, que vi por primera vez aquella increíble sonrisa, aquel movimiento facial y aquella manera de tocarlo todo, de pedirme que me mostrara yo, que me mostrara yo, por partes, ingenua, avergonzada, inmensamente feliz, emocionada, asustada... Viva. Escribía y escribía, sobre ti, sobre tus cejas,  tu mirada, tu pelo, tu sonrisa... Tus pequeñas y adorables manos. Mis pequeños e infantiles senos, unos días después, junto a aquellas pequeñas y adorables manos. Relatos, casi poesía sentida, pensada y escrita. Tonterías, sentimientos, emociones y tonterías. Las de siempre, de nuevo. Las primeras después de algún tiempo muerta. Una locura, desde el primer segundo. Locuras, en tus dientes y en la punta de tus dedos, acariciándome, aunque sólo brevemente. Aeropuertos locos, metros como escenarios ideales, hoteles de camas grandes como espejismos de una vida perfecta, cines y volver a casa. Sensaciones, nuevamente, entre ojos verdes de simios simpáticos y veinticinco "tirabuzones" con una tortuga dibujada en el  hombro. Un mordisco en el hombro sexy que pediste el primer día. Un golpe. Un pequeño golpe, y una retirada. Temblor, respeto. Retirada respetuosa; cariño y amistad, sin debernos nada. Soñábamos con preservativos sin comprar, con no querer enseñarnos Madrid, sino vivirlo; y, aunque en realidad fue así, no pudimos hacerlo. 
Sonrisas, muchas. Fotos, a montones, tortugas dibujadas, filosofía y arte en armonía total. Arte, de nuevo en tu sonrisa, pero, sobretodo en tus manos. En las manos, en el pincel; en mi espalda. Vuelta a las calles de Madrid. Carita de tonta mientras mi vida da vueltas de campana. Que no quería enamorarme, que sólo estaba viviendo lo bueno que la vida podía ofrecerme. Que no me enamoré. No estoy, no estuve, ni siquiera quería estar, aunque a veces quizá lo pareciera. Plantas, animales, bares de literatura, chocolate, churros, más chocolate, tus labios. Latidos, manos pequeñas en mi mandíbula, de noche. 
Nüwa que despierta, Fuxi que se va. Nüwa que vuelve a la casa verdadera, erizada como lienzo, como persona, como enamorada conceptualmente, como esperanzada con la humanidad. Aeropuerto, nuevamente; mejores amigos, 3D y vuelta a casa.
Casa, Escritos. Mensajes de agradecimiento. Escritos, escritos. Sentimientos, mensajes. Miedo....
Muerte. Miedo. Amigos. Vida, recuerdos, quizás, deudas que no son deudas, y amor, a la vida, a ti, pero a la vida. A lo que has causado, a las cartas que te escribí pensando que jamás te vería, a todo lo que has leído y a lo que jamás leerás.  Escritos, miedo, amigos, preguntas... Internet, música, pintura, arte... Escritos. 
Un año después, vida, amor, escritos... Tú, que no te puedo quitar de mi cabeza, aunque sólo de vez en cuando, un año después; escritos, sobre ti, mi queridísimo Fuxi, mi idealizado amor semi-platónico.
Un primer escrito que comenzaba y no puedo más que dar las gracias... 
Hoy, de nuevo: aunque yo no sea ni fuese nada jamás, no puedo más que dar las gracias. Gracias.