jueves, 12 de mayo de 2016

Papá Andrés

Tiene los ojos teñidos de cielo y mar.
Las manos llenas de luna,
de sol trabajado.
Un día, su cuerpo no dio más de sí,
Y sus células se amotinaron,
Violentas,
Malas,
Dolorosas.

Sus piernas ahora ya no
son capaces de hacerle caminar,
a veces tan sólo de aguantarle.
Marisol, cubierta de nieve,
sostiene al mundo en sus manos,
cuando ya no puede más.
Deprimido, triste,
sin más.

Ochenta y tres años
que le pesan como toneladas,
Sólo quiere mejorar,
descansar... O ya nada.
Acaricié sus piernas,
su espalda, su cara,
aquella noche en que
parecía que su corazón escapaba.

No escapó, quedó allí,
aunque temblando de frío,
sobre todo, de miedo.
Miedo, que también tengo yo.
De perderte después de todo,
Después de todo, de no poder verte.
Te recuerdo en los jazmines, en la hierbabuena,
y en las luces. Azules.

Sé que marcharás,
aunque no quiero que sea ahora...
Aún me quedan caricias que darte,
palabras para ti,
relatos hechos en tu regazo,
poemas que nunca escribo,
miradas a tus mares,
maneras de quererte.

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