domingo, 13 de marzo de 2022

Chocolate y poesía

Hace ya semanas que te fuiste y todavía no había conseguido más que las dos primeras líneas de estas palabras. Tanto me chocó en el alma. Te vi en Navidad, a través de la pantalla del móvil. Creo que tú ya sabías que nos estábamos despidiendo. Pero yo no. Un trocito de mi infancia se ha ido contigo, también, tito. 



Sus manos, del color de la madera, vetadas, llenas siempre de cariños y de chocolates. 
Cuando éramos pequeños, no había ni un sólo día que no lo viésemos, sonriente con su gran alegría. Así es como lo recuerdo. Recuerdo que estaban siempre, siempre. A dos calles y una plaza de nuestra casita. 
El tito Rafael y la tata Sole. Y también, siempre, con mamá Juana de la Asunción. Pasito a pasito. Pequeños, disfrazados de carnaval, vestidos para la feria, de domingo, en la guarde, en el cole. En el poli. Mi adicción al chocolate empieza con él, estoy segura de eso. Me hace feliz pensar que me regalaba chocolate y sorpresas, que mi recuerdo siempre es chocolateado en él. 
En realidad no lo conocí mucho como persona. He amado su ser en el recuerdo, pero no sé qué cosas le gustaban, ni qué hobbies tenía. Cuando iba a Jerez, siempre me esforzaba para poder veros. Pero no formaba ni formo parte de la vida de mi familia. Por eso, tal vez, me choca, me atraviesa, me traspasa de una manera diferente, con tintes de nostalgia, con colores pastel y tristeza transversal, que me desdibuja los días en pensamientos que acaban en él. Me hubiese gustado abrazarle de nuevo. Me hubiese gustado que Jerez no representara desde hace años tanto sufrimiento en mi mente, en mis músculos cansados de conducir hacia el llanto. Me hubiese... Me gustaría que la historia no me estuviese mostrando que la vida está hecha de pérdidas, de grandes amores, de grandes despedidas. De duelos, de palabras de consuelo, de abrazos. 
Me gusta pensar en las tardes de verano y recordarte sentado en el campo, con tus ojos azules asomando tras las gafas opacas de color vainilla. La vida es eso, tito. Es también el amor incesante que siempre pensaste tal vez celoso, pero de una pureza tal... Cuando dos personas acaban de producir su familia, de criar, de acompañar. Y se tienen el uno al otro, con tiempo libre y con dolores, con nietos que cuidar. Estoy segura de que eso es ya otro nivel de amor. Por eso... Aún no he sido capaz de hablar con la tata. Tata Sola, que se queda ahora sin ti, cuántas carcajadas en tu nombre, cuanto sufrimiento ahogado en una hermana que siempre ríe. Tata, lo siento, lo siento mucho, que estas letras sirvan, quizás, como justificación... Que no he podido, que no puedo, aquí sola, enfrentarme a tanto. Voy poco a poco para no caer en el intento, y no siempre lo consigo. 
Me viene ahora a la vista y al oído aquel poema en Frontera Radio, aquellas cintas, aquellas letras, tus poesías. Recuerdo que decía algo así como Llegas como llega la primavera, y repetía mi nombre.  Él se fue en invierno, y está costando calentar el almita después de esto. Que hasta parece que no llega la primavera, que se fue. Llueve dentro y llueve fuera, hace frío. Y de repente, esto ya salió. Llevaba semanas aquí dentro. Poco a poco, con calma. 
Tito... Hasta el recuerdo, querido. 

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