jueves, 26 de noviembre de 2009

Besos que alargan la vida

Van pasando los días, las horas pasan rápido y tu cansancio llega también. Un día de clases, en la puerta de la universidad te esperan. Buses y hospital. Entras, te entristeces aún más de lo que ya estabas, y por la noche vuelves a casa. Tus pensamientos en estos casos jamás son demasiado buenos. Para colmo te ha venido la regla y el dolor es insufrible. Un fin de semana viendo a tu madre llorar por una irresponsabilidad. Y sueñas con un ángel, un ángel caído que quiere cogerte; y, aún pareciendo extraño, a veces te calma. Y despiertas y discutes con alguien. "A nadie le importo, no sirvo para nada". Mis lágrimas mojan mi pena. Mi ánimo se derrumba, muerdo el tapón del bolígrafo con el que cojo apuntes, paso apuntes a limpio, tacho los sucios... y los limpios son mojados por la pena.
La soledad me impide remontar. Espero tumbada en el sofá que me digan algo. ¿de dónde llamarán esta vez? ¿del hospital, de comisaría? Mi ánimo derruido intenta reconstruirse a sí mismo pensando que "no hay mal que cien años dure" y llaman...



Hospital, renegaciones, discusión, dolor, lágrimas, sueros, inyecciones, tubos, pasillos "de muertos", buses, trenes, suspensos, dientes, puntos...
Y entre todas las desgracias por las que últimamente pasa mi vida, ahí, entre todo eso, entre todas mis lágrimas y mi temblor de labios, están tus besos.

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