miércoles, 9 de marzo de 2011

nada que merezca ser vivido.

Caricias furtivas involuntarias, notas de exámenes (superados o no), sonrisas de niños, miradas de ilusión... y nada, nada, parece merecer la pena a algunas personas.
Desde que una persona nace tiene unos tipos de sensaciones que corresponden a la naturaleza del ser humano. En estas sensaciones entra, sobretodo, la sonrisa. ¿por qué digo sobretodo? Valiéndome de un argumento deductivo, diría que nunca he visto a un animal sonreír, pero a todos los humanos que conozco les he visto alguna vez hacerlo. Leí en un milagro en equilibrio que un bebé no empieza a sonreir hasta que no tiene, mínimamente, tres meses de vida. Tres meses de vida, comparándolo con la esperanza de vida actual (en una sociedad como la nuestra, ya que si nos fijamos en otras, tendríamos otro tipo de esperanza de vida [si es que se puede llamar "esperanza"]) es poquísimo tiempo. Eso quiere decir que, a partir de los tres meses, las personas sonríen o, al menos, tienen la capacidad de poder hacerlo. Porque poder sonreir no es hacerlo. También habría que decir que hay personas para las que sonreir es mucho más fácil que para otras, por su naturaleza, independientemente de las circunstancias. Así, hay personas que sonríen aún sin motivo, y van por ahí alegrando la vida a la gente (ahora me vienen a la cabeza tantas personas...). En contraposición, hay gente a las que hay que sacarles la sonrisa; no es nada malo, este hecho, pero sí puede llegar a serlo. Cuando no ves la belleza, el amor, en hechos como la sonrisa de otra persona, o una mirada bonita, algo falla. Si no disfrutas con lo que te gusta (me vienen a la cabeza clases de política, de antropología, de ciudadanía, de filosofía y de literatura), si no se eriza tu piel con una caricia suave, si no lloras por la muerte de un ser querido, si no sientes que tus ojos se achican al mirar algo que te enamora, si no te gusta recordar cosas bonitas que pasaste... tienes un problema.
Sí, tienes un problema, pero... si para solucionarlo lo único que haces es quitarte de en medio, pasar de todo, intentar causar el olvido de todo y de todos, pasas el problema a todos los que te rodean. El problema empieza a ser un problema de todos, e incluso deja de ser un problema para convertirse en un abandonamiento de la propia sonrisa.




Porque yo no quiero abandonarla, porque creo que no merezco esto pero, aunque lo merezca, no lo quiero más. Porque quiero seguir emocionándome en una clase, diciendo lo que opino, viendo miradas especiales, recordando con ilusión las manos de alguien especial, fijándome en manos, miradas y gestos, porque quiero seguir sonriendo cada vez que vea a alguien hacerlo.
Porque no quiero más una vida teñida de sangre ni de lágrimas... Porque no, y punto.

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