martes, 15 de octubre de 2013

Repeticiones

Estoy aprovechando para leer. Mientras encuentro a alguien que me haga jirones la piel del sentimiento. Mientras encuentro a alguien que haga que se me corte la respiración. Mientras no aparezca, estaré leyendo. Cuando, de repente, encuentre a alguien que me coja las manos con su alma, entonces, aparcaré brevemente las letras y volveré a coger los besos. No espero que aparezca pronto, sólo espero que no me recuerde a ti. 
Esta mañana desperté con dolor de riñones. Llevo una semana y media enferma. Es sorprendente pero es en esta semana cuando más besos me han dado, sin temer el contagio. Me han dado más besos, más caricias, y también he tenido más bloqueos. Es sorprendente, pero es ahora cuando vuelvo a tu recuerdo.
A ti no, no te equivoques. Me dejaste claro en aquella mirada que no querías que volviese a ti. Pero volver a tu recuerdo es cosa mía. No tiene nada que ver contigo. Ni siquiera tiene un soporte físico. Es mío y sólo mío y ni siquiera sé si existe. Me da igual.
El otro día, al chico que es sólo un nene, y que me ha estado dando besos esta semana, intentaba explicarle que los sentimientos que en nuestra sociedad se presentan como "negativos" no tienen por qué ser tan malos. Él teme que la persona a la que le da besos se vaya. Sabe que las relaciones mutan, cambian, van y vienen, pero tiene miedo, porque dice que se está acostumbrando a esa persona. Le miré con cara de enfadada, aunque realmente era cara de hartazgo; otra vez tengo que explicarlo. Le dije que cuando eso pasara, intentase disfrutar del sentimiento que le causaba la marcha de la niña de los mimos. Sonrió, pero no creo que me entendiese. 
Yo hace ya algunos meses que disfruto de que no estés. No quiere decir que esté contenta de que no estés aquí, sino todo lo contrario. Disfruto del hecho de sentirme triste por el hecho de que no me beses. Disfruto de estar viva, de ser también lágrima de vez en cuando. Me encanta que de repente venga a mí tu risa, cuando hacía semanas que no la visitaba y meses que no la siento. La quietud de mis sábanas me recuerdan al terremoto de las  tuyas en aquel tiempo, y me entusiasma pensarlo. Hacía mucho que no escribía sobre todo esto, pero no hacía tanto tiempo que no te recordaba. Nuestra historia se esconde, de vez en cuando, pero está aquí, conmigo. 

La primera cita, las conversaciones cogidos el uno al otro por la mirada, las caricias que no se acababan, las noches que no sabíamos qué hacíamos, pero lo hacíamos. Aquellas frases... Aquellas frases que me vienen a la piel  cada vez que me muerdo el labio. Tu primer abrazo, tu primer colapso. Me dan igual. Ya no existen, y tal vez no existieron nunca; pero no hay nada, absolutamente nada que me haga dejar de sonreír cuando pienso en ti. Me da igual que no vuelvas más, me da igual que esto sea lo único que me quede después de ti...Me da igual. 
Me da igual que un día se te escapase "te quiero" mientras me hacías quién sabe qué en las entrañas. Me da igual, me da igual que me encanten tus manos y tu nariz, tus labios, tus piernas, me da igual. Me da igual que no pueda hablar de amor sin que me vengas a la cabeza, aunque sea este amor mío... Me da igual, me da igual que no hayas venido a la tercera, me da igual que seas el más tierno de los hombres y que ya no pueda disfrutarte. Me da igual que seas un hombre y me da igual que tengas la boca que recuerdo en mis momentos más íntimos. Me das igual tú, me da igual que sonrías a las rubias y a los morenos, me da igual... Pero me sigues entusiasmando. 

Amb la tendresa d'un amor que creia en l'infinit
i que com tot s'acaba.
Clara Peya. 

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