martes, 3 de junio de 2014

Fortaleza

No sé qué me pasa. De verdad que no sé...
Durante ese mes había repetido mil veces esa frase mientras sonreía inconsciente e inocente a la vida. También había repetido y se había repetido a sí misma que hacía mucho tiempo que no se sentía así; que no se sentía así en compañía de una persona. 
Tal vez realmente no sea consciente de ello, pero miente. No hace ningún tiempo: simplemente no se sintió así jamás. Por el simple hecho de que las personas son todas diferentes, y por ello también las relaciones... Pero también porque nadie había despertado en ella tan pronto todo aquello. 
Nadie hasta Livingston había puesto su piel de gallina con una mirada al horizonte. 
Nadie le dio un abrazo al conocerla y le hizo sentir el mundo vivo. Es más; con nadie había decidido soñar, a manos llenas,  en una cama llena de anhelos y de besos, aún sabiendo que tal vez nada se llevase a cabo. 
Pero lo que creo más importante es que nadie había provocado en ella una sonrisa con tan sólo oír su nombre, y siempre cada vez que lo hace. 
Hoy, antes de venirme a un hospital en su ciudad, fui a verle. Tenía en las manos muchas ganas de verle, y en la nuca muchas ganas de tocarle.
Llegué acompañada y él dormía. Recordé que la última vez que le desperté se asustó mucho, así que decidí -por poco tiempo- esperar a que despertase solito. 
Abrió los ojos y me miró. 
¡Hola, Marmotita!
En dos minutos el acompañante triste y sonriente se había marchado, y yo besaba sus labios y sentía su sonrisa  muy dentro. Sonreía y me miraba con los ojos entornados. Yo estaba ya feliz. Mis manos le buscaban las cosquillas, y a mí me proporcionaban la mayor ternura del mundo. Me encanta. Yo no sé por qué, pero me encanta. Encantar de encantar, encantar de embrujar. De que no sé qué me hace, pero me paso el día sonriendo.
Me pidió que me recostase a su lado. Me quito los zapatos, salto por encima de sus piernas, y ahí estoy. Tan sólo me pasa un delgadito brazo por encima, pero yo me siento la persona más abrazada del mundo en aquel momento. De golpe me besa a bocajarro y yo lo siento tanto, tanto... 
Sonrío con toda la piel que recubre mi cuerpo, y lo hago tan fuerte que he de dejar de besarle para sonreírle. No sé qué me pasa, de verdad que no sé qué me pasa con él... Él me devuelve la sonrisa y hasta me pregunta que por qué sonrío así, pero es que yo no lo sé. 
Siento cosquillas cada vez que le veo sonreír, escalofríos cuando me muerde la nuca y hasta me dan igual las condiciones que tenga que pasar por estar una noche contigo. 

Y es que no sé qué me has hecho, pero aún yo pienso en ti. Pienso en ti y los cimientos de mi vida se tambalean con tanta fuerza que me da miedo caerme. Me voy  a caer, y lo sabemos todos. Será fuerte la caída, pero ¿sabes qué? Más fuerte es esta sonrisa... 

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