jueves, 10 de septiembre de 2009

Sin infelicidad, la felicidad no existiría...?

Cuando parece que todo va de maravilla, a veces la maravilla explota, dejando mil cachitos de infelicidad, de dolor, de indigestión emocional. La muerte de alguien ccercano, una ruptura amorosa, una discusión, una situación extrema, un trauma infantil... Mil causas para, de vez en cuando, ser infelices. Un gesto puede hacerte feliz, puede alegrarte el día e incluso una sonrisa se puede convertir en el alimento diario de tu vida; pero este mismo gesto, o quizá otro, se puede convertir en un motivo de tristeza, de desasosiego, de infelicidad...
Alrededor de ti, de tu vida, giran muchas otras personas, muchas otras vidaS; gente a las que le importas, gente a la que no, gente que piensa (o no) en ti, gente que te dedica sonrisas, gente que te odia, que te envidia o que te ama. Y, sin siquiera ser consciente, tu vida gira alrededor de ellos; formas parte de su identidad como ellos forman parte de la tuya... Y ellos influyen sin quererlo en tu estado de ánimo, en tu mente y en tus decisiones, al igual que tú en ellos...
Sin embargo, en esos momentos de soledad y vacío que todos sentimos alguna vez (o eso creo y espero), nos ayuda también a lo contrario; a ser felices.
Un día alguien dijo que un buen escritor debía haber vivido muchas experiencias; tanto buenas como malas, y, ¿por qué no? sobretodo malas, para poder explicar por lo que había pasado, y poder contrastarlo con las cosas agradables que vivió.
Pongan el mismo ejemplo en la vida real, sin literatura (sé que esto es imposible, pues la vida en sí es literatura); ¿quién valorará la felicidad, si no ha conocido lo contrario? ¿cómo sabes que es salado si no probaste lo dulce? ¿Quién, sin haber llorado jamás, puede reír de corazón? No puedo sentirme desafortunada por haber vivido situaciones desagradables o injustas, sino al contrario; sin ellas, no valoraría lo que, de vez en cuando, aparece en mi vida; la alegría, la felicidad...

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