jueves, 10 de diciembre de 2009

Triángulo sin alas


Él me mira, tú me miras. Yo te miro, nos miramos. Él te mira, tú le miras y los tres nos miramos. Miradas volando, miradas cruzadas, miradas en tensión, miradas de deseo...
Y palabras, risas y gente...
No sé a quién mirar y mis ojos no me hacen caso. Te beso, y le miro mientras él me mira. Tú le miras recelosamente; ¿qué pasa aquí? Entrando en el juego, él sigue mirándome, mientras tú le miras y vuelves la mirada hacia mí. No, no le estoy mirando, estoy riendo. Tranquilo. Seguimos riendo mientras nos miramos. Diferentes y deseables tanto como deseosos, me miráis. Le beso a él y tú miras. ¿qué piensas? Inmediatamente después de besarle, regreso mi mirada a tus ojos, y me miran divertidos. ¿Te gusta este juego, verdad? Lo sé.
El tiempo va pasando y vuestras miradas se van turnando, a la vez que se intercalan con períodos de risas y tranquilidad entre los demás. Luego vuelves a mirarme, tú, el de ojos rasgados, con esa escalofriante mirada que me eriza la piel. Intento esconder mi perdición hacia su mirada, y te miro a ti, el de labios carnosos, que dirige su mirada hacia él, y me mira nuevamente, y deseo tus labios.
Otra vez...
Se repite el tráfico de miradas sin peaje. Gratuitamente nos miramos. Alguno, divertido, sonríe de medio lado, otro, receloso, intenta controlar la situación, y la última, aquella de larga cabellera morena, disfruta mirando sus miradas...


¿Dónde estaba esto cuando tenía alas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario