lunes, 21 de mayo de 2012

Suave tormenta sobre mí.

Huele a lluvia, ayer el sol quemaba mi piel. Huele a lluvia, suena a lluvia... Está oscuro, la inmensa oscuridad de la noche se apodera de mi habitación, la hace tenebrosa, y sólo una tortuga de colores la ilumina. Sigue oliendo y sonando a lluvia, con fuerza, con agitación, con rabia. Cierro los ojos y escucho la tormenta. Hace unos días otra tormenta mucho más apaciguada, mucho más dulce y suave zarandeaba mi alma. Los truenos eran su voz, sus ojos y su sonrisa se intercambiaban a veces el papel de los relámpagos, de la luz. Sus manos eran la pureza del agua, granizo durante un rato, silenciosa nieve de vez en cuando... cálida llovizna durante toda la noche. No llevaba paraguas, pero tampoco lo necesitaba. Estaba bajo aquella lluvia, mojándome, disfrutando del frescor, pero también de la calidez de la tormenta. Su olor característico impregnaba la habitación, tal y como hoy la impregna el olor a lluvia. Llovía y llovía sobre mí, receptiva, abierta, enamorada. Sus besos se intercalaban con los míos, suavemente, poco a poco, llenando mi piel de suavidad, de ternura, de confianza y de sinceridad. En mis ojos se reflejaba, lentamente, la pasión de su aceleramiento, tenue, suave, ascendiendo.  Sigue lloviendo. Sigue oscuro, y apareció, aquella noche, la luz. De su mano, de la mía, como una necesidad de verle, de tener su mirada frente a la mía, como la necesidad de sentir la realidad; de saber que no era una invención más. 
-Necesito verte. 
Miro y veo el encanto. El encantamiento de la mujer bajo la lluvia, el encanto de la tormenta. Mi alma mecida por la suave brisa, pero también alborotada por el fuerte viento. Un contraste de sensaciones, de sentidos, quizá de sentimientos, de emociones invadía el ambiente -que no sólo a mí-. Le miraba la mirada, intensa, tal cual es. Sentía su mirada en la mía -verte tú en los ojos del otro- y sonreía, sincera y puramente. Sonreía y era besada la sonrisa, el hoyuelo, el labio... Besada y besando. Besando y besando la ternura personificada, la caricia, la confianza y el respeto, aunque la sensualidad y el sexo, conjunta y juntamente. El sexo, la mirada en el sexo, el sexo en la mirada. El sexo en la confianza, el respeto en el sexo, la sonrisa en la cara, el sexo en la sonrisa, la complicidad en él, el sexo en ella. Cariño, sincero y sensual cariño. Suavidad, ternura, noche encantada y encantados protagonistas de la tormenta, ilusionados, temerosos, compañeros de un proyecto, de un acuerdo, de un trato... De los momentos compartidos -los que ya pasaron y los que, espero, quedan por pasar. 

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