domingo, 5 de agosto de 2012

Lejos de mí

Te miré desde el coche. Sin saber por qué, aceleré. Puse el intermitente (sin pensarlo siquiera), y aparqué allí, a tu lado. Supe que sonreías, pero tu cuerpo quedaba detrás de mi ojo, a la altura de mi nuca. Creo que yo también sonreí, pero realmente no lo sé. Sonaba Luis Pastor en el coche. Sentí que lo desprestigiaba, oyendo su música para aquella cita. Marwan, esta vez, descansaba en la guantera. Estaba nerviosa. Bajé del coche, aún la llave puesta en el contacto y Luis Pastor cantando. Nos miramos. Sólo supe decirte un ¿Qué hacemos? muy ridículo, sin ningún sentido. No sé qué hacía allí; lo peor es que ni siquiera en aquel momento lo sabía. Ridículo. Todo era ridículo. Los mensajes, la cita, incluso el recuerdo. Es ridículo y es patético seguir sintiendo algo por alguien como tú. Aunque cuando afirmo esto realmente en mi cabeza martillea la gran pregunta: ¿Qué/Quién/Cómo es Él? No lo sé, y tampoco lo sabes tú, pero a mí aún me duelen tus marcas en mi vida. Tus huellas sobre mi piel, tu crueldad sobre mi sexo, tu poco amor hacia el mío, tu vida pisoteando la mía. A mí me duelen las cicatrices; las tuyas, físicas, tangibles -voluntarias, imbéciles- ahora, incluso tatuadas, pero, y casi más que lo anterior, las mías, las etéreas, las invisibles, las que nadie más que yo -y quizá ahora, ya, alguna que otra persona capaz de hacerme abrir- puede notar. Me duele, y es por eso que te miro y no siento más que alegría. Supongo que si leyeses esto todo te haría muchísimo daño. Mentiría al decir que, al menos en este instante, lo siento. No lo siento. Es más; aún me sigue pareciendo poco comparado con lo que tú me hiciste sufrir. Quizá dentro de diez minutos me arrepienta de todo esto, como diez minutos después de verte me arrepintiese de hacerlo, pero, ahora, es lo que quiero escribir aquí, en mi papel, en mi vida. 
Recuerdo, entre briznas de sensaciones encontradas, que te miré  los ojos una sola vez. Eras tú. Tu piel, tu cara, tus labios, tu cuello y aquel lunar. Tu pelo, tu sonrisa, tus cicatrices... Tu asombrosa y espantosa locura. Eras tú, eras tú, pero... ¿Cuál de ellos? ¿Qué Tú? Había visto tantas caras y hoy parecías esforzarte para no mostrarme al último. Ya no hay más lo siento ni más perdón posible, que salga de tus labios. Yo no tengo nada que perdonar ni jamás tuve que hacerlo. Así fueron, así fuiste, así lo hiciste y así lo sentí. No hay más, tampoco hay menos. No puedes pedirme que perdone tanto daño, pero, tampoco pueden pedirme que odie a alguien que actuó por... amor? 
El amor es locura, pero... La locura no es amor. Sólo puedo pedir a la vida, a mi camino y, sobretodo a mí misma, que, cuando llegue un loco semejante a ti, yo sepa (y sólo en este caso) poner los límites suficientes como para poder salir airosa. Que nadie merece estar a merced de otro voluntariamente... Ni involuntariamente.
Por mi parte, nada más que desearte lo mejor del mundo, lejos de mí.


... incluso la tristeza de haberte -por fin- superado. 
Marwan. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario