viernes, 8 de febrero de 2013

Siestas en potencia


-          Jo, vaya cara de lobo se te ha puesto de repente…
-          Anda… ¿Quieres ir a dormir la siesta? Lo que pasa es que igual me animo y…
-          Normalmente sueles decir lo contrario.
-          Venga, niña, vamos…

       Y fueron.

Fue la última vez. Habían quedado porque aquel lobito –que casi siempre estaba en potencia, al menos con ella- se iba en cuatro días. Ella no quería que marchara sin despedirse.
Se despidieron, en todos los sentidos. Después de aquella comida, él volvió a ir al baño, cogió su bolso, la volvió a mirar con cara de lobo, y se fueron.
Conducía ella; no paraba de sentirse insegura. Por su nuevo coche, por su recién estrenado carné, por los ánimos de aquel lobo y por sus rollizas piernas sin depilar.
Venga, no es la primera vez. A ti te encanta, ¿por qué evitarlo? Estás empezando a resbalar por la pendiente… ¡Joder con la moto! Ya está, venga, que tú puedes…  Si has aprobado el carné será por algo… Vale, no es la primera vez, pero él esta raro. Bueno, está raro cuando está lejos porque cerca sus palmaditas en mi culo no desaparecen. Estoy sin depilar… Leñe, tengo cita mañana, ya es mala suerte…. Su habitación no se puede poner a oscuras si es de día; seguro que no ha comprado el estor. ¿Qué hace? Sube a Marwan… Joder, es que me encanta…

¿Estás bien?- Sonríe, y el mundo se convierte en chocolate.
-           Sí, es que aún voy un poco nerviosa al conducir…
-          Bueno, es normal, niña, poco a poco.
-          ¿Sabes? No sé si me termina de gustar que me llames niña.
Él rio la gracia de la niña. Habían llegado. En el fondo, ella estaba encantada de volver a subir las escaleras con él detrás haciéndole cosquillas en los muslos. Estaba hechizada. A cualquier otro le habría dicho que no, siempre, y más sin depilar. No le importaba estar un poco más insegura, saber que iba a gustarle un poco menos. Era él. Y le volvía loca.
Se tumbó en la cama y él fue a ducharse. A los pocos minutos ella se incorporó y fue hacia la ventana. Casi siempre había visto la oscuridad desde allí. Hoy veía dinosaurios, un perro, los árboles… Hacía mucho calor y ella también quiso ducharse, pero no había llevado ropa.
Desde el baño, el lobito decía algo de poner música. Ella sonríe, coge el ordenador y busca. Top 100; -¡Hale, ya está!-. Vuelve a la ventana. Detrás de ella, sigue la cama, y ahora, también él, desnudo, recién salido de la ducha. Es curioso cómo el olor de su casa anula la percepción de su olor. La envuelve.
Se pone aquellos calzoncillos de cómic y una camiseta, de las lisas. Ella lleva un pantalón de lino blanco, con  pedrería que él ve azul en el bajo vientre y una camiseta de tirantes negra. De repente, él besa su hombro. Ella, estremecida, sigue mirando, no para de hacerlo.
La coge por la cintura, pegando su cintura a la parte trasera de su cadera, y le cuenta algo de los vecinos de abajo. Ella sonríe, se niega a mirarle para que no vuelva a descubrir su carita de tonta.
-         Tengo sueño… ¿no habíamos venido a dormir la siesta?- Entre picarona e inocente.
-          Claro… Venga, túmbate, duerme.-El lobo hoy había despertado. Pero mucho.
Ella se tumba bocabajo y él se tumba sobre ella. Aparta sus rizos con su mano preciosa y besa el contorno. Cuello, cara, hombro. Ella cierra los ojos y siente. No puede evitar remover sus entrañas y remolonea, excitándose. Mueve así su cuerpo, como un mandrilcito, y él susurra, divertido… Venga, duérmete, ¿no?


Apollonia Sintclair. 

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