lunes, 26 de diciembre de 2011

Ni una sola caricia habrá...

Una voz suave le desgarraba el alma como si del más afilado cuchillo se tratara. Sin embargo, oía la canción que tanto daño le hacía una y otra vez. Constantemente pulsaba el botón que hacía que la canción se repitiese sin cesar, y se estremecía. Sentía que realmente pedía perdón. Tanto él como ella debían hacerlo. La piel de su espalda se erizaba totalmente, haciendo que su cuerpo se estremeciera violentamente. La canción avanzaba de nuevo mientras pensaba en las caricias que jamás tendrían, aquellas caricias que imaginaban constantemente, que soñaban... que perdieron antes de tenerlas.
Si alguna vez preguntaba el por qué, ninguno de ellos sabría la razón; nadie sabría decirlo. Por eso debían pedir perdón, también. Ni una sola palabra más saldría de sus labios, ni un beso al alba despertaría el día y a ellos mismos... Ni una sola caricia habrá, se repetían constantemente el uno al otro, y cada uno a sí mismo, a lo más profundo de su interior, intentando convencerse, recordarse que aquello no podría ser, que nunca había habido posibilidad alguna, aunque ahora pareciera no ser así. Pedían perdón mutuamente sin pronunciar palabra, sin mover sus labios.... Sin pensarlo, tan sólo sintiéndolo. Ninguna caricia que anhelaba se habrá hecho realidad, ninguna de ellas será real jamás. Habían entrado al juego ellos solos, creyendo el uno en el otro y, realmente sin hacerlo, desconfiando de todos los gestos que creían imaginar. Ni una sola palabra más. No más besos al alba. Ni una sola caricia habrá. Esto se acaba aquí, no hay manera ni forma de decir que sí, amor. Vuelve a repetirse el estribillo, vuelve a estremecerse con la voz de la portuguesa, y, consecuentemente, vuelve a recordar su voz, su manera de hablar tan peculiar... Por eso y más, perdóname. La había vuelto loca, sin saber si era correspondida o no, sin saber realmente lo que sentía, tan sólo sabiendo que sentía, y que sentía realmente. Que deseaba, que anhelaba, que bebía los vientos por aquella voz, por aquel timbre, sus palabras, sus gestos... Siento volverte loca, darte el veneno de mi boca... Reía, incansable, sin saber por qué, tan sólo riendo, como tantas otras veces. Pero hoy, triste, imaginando de una forma distinta, creyendo que le bastaría con tenerlo como antes, aunque sólo fuera unas horas cada semana, sintiendo cada vez más a su lado... Se erizaba oyendo, escuchando y volviendo a oír aquella canción que tanto le recordaba a su historia, a su situación y a la otra persona, a aquella que le había "movido el piso", aquella que había hecho tambalearse toda su vida en tres segundos; los tres segundos que duraba aquel destello en su sonrisa...

No hay comentarios:

Publicar un comentario