lunes, 5 de diciembre de 2011

Hasta otra vida, grandullón.

1.- Fue extraño preguntar algo que no quería saber y fue difícil escuchar el "sí" de la respuesta. Todo era (y es) físico, pero era, y el ser es, y no es no ser. Cómico, divertido y alegre, pero real. Mis comentarios eran indirectas tiradas con flechas envenenadas; quería saber de ti, poco a poco, investigando si sólo me seguías la corriente porque te hacía gracia, porque había algo (aunque realmente no fuese nada), por reírte de mí o simplemente porque eres así, tal cual, sin ningún tipo de problema.
Aún hoy no lo he descubierto, y ni siquiera hemos terminado aún, por mucho que tú respondieses no, ya acabamos a mi ya empezamos. Escribí sobre ti en innumerables (qué exagerados estos andaluces) ocasiones; sexo, amistad, admiración personal y profesional, amor conceptual... Y soy (somos) conscientes de que lo leías, lo comentabas y lo pensabas de vez en cuando.
Claro que también soy consciente de que si mi inseguridad no me hubiese parado quizá me habría llevado un buen golpe... y tú también. Pero, aunque haya estado a punto de explotar por mis más hondos instintos (Platón, lo siento, pero a veces mi alma concupiscible puede dominarme) y haya tenido que oír cómo contestas a mis absurdas preguntas, lo he disfrutado mucho. Y mucho es decir poco, en esta ocasión, ya que he disfrutado cada broma, cada indirecta, cada mirada pícara y cada mirada desenfadada, cada sonrisa ancha y cada una de las mías, cada contacto físico, por minúsculo que fuese, cada escrito que suscitaste y cada comentario sobre ellos... y sobre lo que fuese. Y no puedo más que dar las gracias por mostrarme mi resurrección e intentar hacerme ver más de lo que soy... Y, sobretodo, gracias por ser tú, tan natural, tan sencillo, tan limpio y tan auténtico. Ya se lo contaré a mis nietos.

2.- Gracias... y no pude más que dar las gracias mientras escribía sobre ti, ensimismada, embelesada y también aturdida, despistada y mareada con todo esto. Más de una vez, en tus bromas que no son bromas, has comentado que yo era un cúmulo de sensaciones que no podía controlar, y que me hacían ser como soy. Yo asentía y reía preguntando cómo era posible que supieras eso si no me conocías de nada.
Eres un libro abierto, pezqueñina, contestaste. Dijiste que la gente mira a las demás personas como si fueran objetos, como si no hubiese nada que leer en ellas, y tú no. ¿Y todo lo que se podría leer de ti? Yo no sé cómo eres, ni lo que piensas ni lo que sientes; no eres un libro abierto para mí (más bien eres un libro bien cerradito al que siempre intento abrir, pero sólo he podido llegar a vislumbrar los primeros capítulos). Pero sí sé lo que produces en mí, y es que no puedo evitar sonreír al verte trabajar desde atrás, al verte sonreír (o no) como conmigo, al verte mirarme a través del mini-retrovisor, al ver esos ojos reflejados indirectamente en los míos. No puedo evitar sonreír y sonrojarme cuando me miras de aquella manera (o me imagino que lo haces), cuando, sin razón aparente, empiezas a reírte de aquella sonora manera, y me ríes las gracias y me hablas como tú hablas. No es nada especial para ti, tampoco lo es para las demás (aquellas con quienes me comparas y me matas), pero para la pezqueñina es todo un mundo; utópico, maravilloso, alegre, de risas y emoción... Dentro de mí.
Porque además ahora da igual tu anillo, tu amor por ella y tu indiferencia hacia mí, porque realmente a mí (A MÍ) todo me es indiferente. Porque todo lo que tú inspiras, todo el cúmulo de sensaciones que tú mismo eres en mí... Todo eso y más es mío y sólo mío, idealizado, amado y apropiado como uno más de aquellos amores platónicos que hoy sé que no es necesario cumplir (como un sueño) para disfrutarlos, y que a veces incluso se disfrutan más sin vivirlos, tan sólo imaginándolos, soñándolos, escribiéndolos y, sobretodo, sintiéndolos en la piel, día tras día erizada a tu lado, y mostrártelo a ti (o no), pues, aunque involuntaria e inconscientemente, todo esto lo has creado tú; todo esto es (y será siempre) tuyo, mío... nuestro.

3.- "He de confesarte, Harry, que me has defraudado un poco [...] Has ensuciado nuestro bonito mundo alegórico con manchas de realidad" [El lobo estepario, H. Hesse]
Sí, he sido yo. Yo he creado (con un poco de ayuda; de estímulo) el mundo alegórico, perfecto, nuestro, secreto, como un lazo que nos uniría. Y también lo he destruído, pasando de imaginar a desear, de conjeturar a preguntar, de imaginar y escribir (publicándolo, dejándotelo ver o no), a imaginar anhelando, deseando, necesitando, quizá.
Quizá podemos estar orgullosos de lo vivido, quizá podemos reír por haber reído juntos, quizá también podamos sentirnos bien por el mero hecho de habernos sonreído desde el primer día hasta el último.., pero también quizá pueda sentirme mal por lo imaginado y no vivido, quizá pueda hacer una mueca de tristeza por los casi inexistentes "berrinches" (de niña caprichosa), quizá pueda sentirme mal porque desde el primer día hasta el último, sólo he visto sonrisas.
No... tal vez esté volviendo a hacer lo mismo y no estoy más que manchando nuestro pequeño, magnífico e irreal mundo (que seguramente de real no tenga ni el nuestro).
Sí, después de tantos escritos sobre ti en los que siempre destacaba lo bueno que me has hecho sentir, hoy, irremediablemente pienso que quizá no haya sido todo tan bueno, porque a mitad de camino tal vez mi cabecita (y mi corazón?) confundieran realidad con fantasía, cariño con amor, sonrisas con sexo, tu boca con mi historia. Aunque cierto es también que no tengo por qué martirizarme más; inventado, bonito, plaacentero y con un atisbo de realidad, con un elemento real (el mejor de todos) sin el cual nada podría haber sido, ni verdad ni mentira, ni vivido ni inventado... TÚ.
Gracias, y lo siento... porque ni yo tengo derecho, ni tú tienes deber. Pero gracias, sinceramente.


Marie Histérica Problema.

Hoy he podido desvelar un ápice de todo aquello que quería esconder en mi cuaderno... Hoy, está aquí, para ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario