viernes, 15 de junio de 2012

Respuestas.

A veces, preferiría no tener que sentirlo, pero, en momentos como éste, me vuelve loca de alegría tener la oportunidad de decírselo al mundo, a este mundo, a mi mundo, al mundo que habéis creado. También de que el mundo sea capaz de decírmelo a mí, poco a poco, limonero a limonero y luna a luna, de la manera más bárbara y salvaje del mundo, zarandeando cada uno de los poros de mi alma, cada uno de los ápices de mis sentimientos.
Porque a cada instante de vida normal, de vida muerta le podría suceder uno de vida real, de vida viva, de mundo realmente vivo. Aunque sí es cierto que es más cómodo vivir pasando desapercibido para uno mismo, en su propia rutina y a su propia manera, sin que nada ni nadie le apele personalmente, pero, llega un momento en la vida en que, de repente, sin más, está ahí. Lo sientes y te saca del mundo espacio temporal para llevarte al mundo que realmente existe, al mundo de verdad. Todo deja de existir, incluso aquello o aquella persona que está frente a ti y que te está apelando, a ti, quizá, en este momento, sólo a ti. Todo desaparece y ya no importa si es rubio o moreno, si tiene hojas verdes o amarillas, si da limones o no, si la luna está llena o en cuarto menguante... Todo da igual; has salido del mundo corriente para instalarte, aunque sólo sea por un instante, en el mundo de verdad. Nada existe más que aquella relación, ni siquiera tú y tus sensaciones tienen sentido en ese momento. 

Una caricia involuntaria. Un profesor frente a mí (el de la verde mirada) que me pregunta que qué me pasa, si estoy bien, que tengo la mirada perdida y, esta vez, no es en la suya. No le estoy oyendo, o tal vez sí, pero no escuchando. No sé qué me dice y de hecho no importa ya; ni el tiempo ni el espacio existen, ni siquiera él ni su verde mirada son realmente... y quizá haya dudas de si tan siquiera están ahí. Alguien, o nadie, me ha rozado suavemente, sin querer, de una manera involuntaria, la espalda. Es cierto que mi piel se ha erizado y que mi cerebro ha desarrollado un placer que tampoco sé muy bien a qué viene... Pero da igual. No lo siento, no lo pienso y ni siquiera es. Sólo estoy, está, y se da.
Se da porque me ha elegido, se da porque estamos, porque llamamos... Se da, y respondemos. Se da y me enamoro, se da y, más de cuatro años después de que se dé, sigo recordándolo no sólo como una piel erizada, no sólo como los ojos verdes perdidos en un horizonte inventado, no sólo como una caricia involuntaria, sino también, y sobretodo, como vida, como la vida de verdad, como la vida que realmente importa... Se da; me llama, le llamo, respondo, nos comunicamos... Vuelvo al mundo, sorprendida... Me enamoro, lo conceptualizo, le pongo límites y lo escribo, razonándolo...

Pero, de repente, llegan ellos, los dos Bes, y me explican que no estoy loca, que realmente el mundo es así, que tan sólo hemos puesto conceptos diferentes, pero que, en definitiva, el mundo está vivo, la vida está viva y llamándome...
Tan sólo me esfuerzo por contestar.

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