jueves, 16 de enero de 2014

Se Aleja...

Se aleja con aquellas piernas hinchadas y medio amoratadas de tanta vida, de tanto haber vivido, de tanto haber luchado contra viento y marea, de tanto haber sufrido, también. 
Se aleja con su carita arrugada, de tanta vida, de tanto haber reído, de tanto haber besado. Arrugadita de tanto sonreír, de tanto amar al mundo. Su pelo ya blanco, de tantos días que llevaba en su espalda, de tantas cuestiones como resolvió en años. 


Mis recuerdos infantiles la sobrevuelan ayer y también hoy. Mi mente la tiene en cuenta cada vez que pienso en piedras, en llantos y en abuelos a los que adoro. La recuerdo, con ese paso firme, aunque tal vez doloroso. Con una olla entre las manos y un vestido por la rodilla de colorines. Era increíble. Llegaba gritando un "Juana" largo, muy largo. Y si nos veía por allí, en el campo, en el sofá, dejaba la olla donde pudiese y empezaba a halagar y a preguntarnos. Con sus manos, aún calientes por la olla, repasaba nuestras caras como si estuviese dibujándolas para que quedasen escritas en el aire. Repasaba la barbilla de mi primo Vicente, y mis cejas. Te pareces a tu madre. Pero qué bonita eres, niña, tú eres mucho más bonita que tú madre, ¡y mira que tu madre es bonita! Hasta los pelos de las cejas los tienes bonitos. ¡Mira, mira qué cejas!  Nosotros, pequeños y grandes, sonreíamos tímidos y nos mirábamos unos a los otros, y cuando ella ya no estaba, reíamos y comparábamos lo que nos había dicho a cada uno.  Luego cogía su olla y repetía aquel largo "Juana". Cuando Juana la oía venía corriendo al salón, y se besaban largamente, aun con la olla entre ellas. Hay qué ver, Antonia, lo bien que estás. -Pues eso es lo que tendrías que hacer tú!! Con la de niños que tienes siempre aquí y tú siempre llorando, ay, Juanita. Sí que es verdad, decía Juanita y pensábamos todos. 

Se sentaba en el sofá, entre nosotros o frente a nosotros, y nos explicaba qué traía esta vez en la olla. Menundo, 'espoleá', ajo... De todo. Que había venido alguno de sus hijos y había hecho comida de sobra. En esos campitos siempre se hacían comidas de sobra!

Qué difícil ahora, qué difícil volver a los campitos que ya no son campitos, qué difícil que las personas que los habitaban y que nutren nuestros recuerdos se estén alejando tan rápido. Con tanta fuerza, con tanto cariño, con tanto tesón. Y se aleja. Se aleja también con la sonrisa, con los pasos firmes pero cansados, con los cabellos blancos, con once partos a cuestas... 



Se Aleja, la tita Antonia. Nuestra Aleja

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