domingo, 20 de noviembre de 2016

Demasiado

- Ya, ya lo sé. 
- Lo sabes, sí, pero lo consientes. 
-Joder, Mónica..
- Es verdad, Ana, ya es demasiado. Que a ver, tú sabes que yo intento entenderte, pero también tengo ojos, y ya es demasiado, de verdad. 

- Perdonad, chicas, pero estamos cerrando ya. 
Apresuradas, las chicas apuan sus copas y recogen sus cosas. Son la 01.30 de la madrugada de un miércoles cualquiera. 
Mónica ofrece a Ana compartir su coche, pero Ana necesita caminar, despejar dudas y despejarse la piel, así que lo rechaza. 
Mónica está muy preocupada, pero también cree conocerla lo suficiente como para saber que está todo bien, y que llegará pronto (o eso espera) a su límite, y romperá todo. 
Ana emprende su camino. Le queda casi una hora andando, y piensa disfrutarlo. Es miércoles, octubre, pero aún es agradable el aire fresco en la cara. Tiene veinticinco años, el pelo rizado, alborotado, ni corto ni largo; es decir, un desastre. Aquella charla con su amiga Mónica había hecho que, una vez más, se lo replanteara todo. No era feliz. Hacía ya algunos meses (años?) en que había ido perdiéndose a sí misma, poco a poco. Pero lo sabía. Era lo suficientemente inteligente como para saber que, por unos u otros motivos, había dejador ir todo aquello que le hacía ser ella misma. 
¿Por qué era siempre tan fácil perder contra una misma?
No tenía la respuesta, tan sólo tenía la certeza de que era un proceso en el que entras sin apenas darte cuenta. 
Seguía avanzando. Estaba tan acostumbrada a aquel camino que aquella noche ni siquiera reparó en el mar. La eternidad le acompañaba. Sonaba bravo y ella, por una vez, ni le miró. Pensaba, o sentía, su amiga Mónica, su palabra: demasiado. ¿Qué era demasiado? ¿Demasiado perdida? ¿Demasiado infeliz? ¿Demasiado... qué?


Continuará...

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