domingo, 1 de mayo de 2011

Amor inventado... y verde frito.

Aún puedo olerte en la distancia. Puedo recordar ahora como me mirabas, con esos ojos negros, y como me preguntabas qué tal estaba. Yo contesto, con la mayor confianza que podría expresarte, mirando esos dos puntos negros que sobrevuelan mis sueños cada vez que pienso en ti. Tu pelo caoba, siempre corto, nunca más allá de los hombros, me traía loca. Yo rondaba los 12 años cuando tus palabras hicieron estremecer mi alma. Entre literatura y tinta roja te iba confeccionando, añadiendo cualidades a tu persona, a tu estilo, a tu boca y a tus ojos, idealizándote hasta el máximo, enamorándome de tu persona, o, mejor dicho, de esa persona que yo confeccionaba, que yo imaginaba, que amaba en silencio y en solitario... Que anhelaba. Idealización. Qué bonita palabra, si es dicha por tus labios o escrita por tus manos.

Sin embargo siempre traté de esconderlo. Amistad, agradecimiento, admiración; tres palabras para esconder la realidad. Amor, embelesamiento, sumisión. Imaginaba tu vida junto a la mía, tus palabras en mis oídos, tus manos en mi cintura y tu pelo... tu pelo siempre al viento. Pero no era más que amor, puro, sin más. Sin pasión, sin deseo... Amor. El amor puro que sólo puede sentir un niño, una niña. Un amor basado en tus palabras, en tus consejos, en tu mirada, en el color de tu piel, en el olor de tu cuello y en el brillo de tu siempre adorable sonrisa. Empecé a ver la vida a través de ti, de tu propia mirada.

Sí, idealizaba cada gesto, cada sonrisa, cada hiriente y estremecedora mirada... Y te hacía mía. Tan mía que nunca más pudiste escapar.


Gracias, Momo, Carlota, Julián Carax, Idgie, Ruth, Evelyn, Mary, Haruki, Jordi... y tantos otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario