lunes, 9 de mayo de 2011

Se me acelera el corazón pensando que veo a alguien que no veo;


-Cinco que le hacen 30 y 50 que le hacen 100. ¡Gracias, hasta luego!


Entre fresas y kiwis pienso en mí... Una conversación a la hora de comer me hace pensar mucho, y sigo pensándolo, ahora entre clientes antipáticos. Intento encontrar una definición. No la encuentro. Es difícil. Es cambiante. Vuelve a mi cabeza Montaigne (lo que está dando de sí aquest bon home). El "yo" cambia... es imposible dar una definición atemporal de él. Relativizo ahora todos mis pensamientos sobre mí. Recuerdo ahora a Spinoza y el debate sobre la responsabilidad. Alguien con dientes ahora relucientes me dice que siempre me he responsabilizado de todo. Recuerdo a la de los ojos negros y miro el horizonte. Siento que mi mirada se pierde entre azules. En mi mente resuena esa palabra: "responsabilidad". Martilleos de culpabilidad acechan mi imaginación. Intento rebatirlos repitiéndome que lo intenté todo, que no es mi responsabilidad. El azul reflejado en mis pupilas se hace líquido y salado, y rueda por mis mejillas sin dejarme decidir sobre él. Fotografío mar y cielo. La brisa seca el azul de mis mejillas y remuevo aquella misma arena que un día formó parte de nuestra vida cohabitada. Ahora pienso en un poema sin título que alguien hizo en el que pensaba que sería el peor momento de su vida. Una pizca de ese momento se alarga, se alarga tanto que deja de ser un momento para pasar a ser una eternidad. Y ahora pienso que es una contradictio in terminis. El recuerdo del poema me lleva al recuerdo de un egipcio que lee y escribe sin parar, dejando parte de su esencia en cada letra, aprehendiendo parte de esencias ajenas de cada una de esas letras. Le explico lo de las tortugas y ríe. Me habla de un libro de recopilaciones de poemas, diciendo que nada es basura, y halaga nuevamente. Me traslado a contarle a un suricato lo de los poemas, y me advierte, y me cuenta que lee tortugas verdes en algún momento; sonrío. Recuerdo e-mails no borrados como recordatorio para responder y vuelvo a sonreir, pensando que quizá todo sirva para algo... y que si no es así, al menos es. Ahora Parménides visita los huecos de mi pensamiento. Veo unas manos pequeñas en fotos casi olvidadas... La miro; tan joven, tan tersa, tan morena y tan perfecta... Las vuelvo a recordar, e intento pensar que no volveré a olvidarlas... Me duele...


Siento orgasmos intelectuales leyendo halagos inexistentes, inventados...


Y sigo enamorándome conceptualmente, compartiendo conceptos con chicas de hoyuelos elegantes, misteriosos... Sigo viendo algo en todo y todo en cada uno, en cada gesto y en cada cosa... Dando gracias a mí misma por no haber caído. Soñando con apartarlo todo, sin caer jamás y encontrando a la Marie de siempre, o a la nueva, en algún rincón de mi piel, de mi espejo y de las caricias que día a día llegan a mí, que cada día hago llegar a los demás...


Sigo agradeciendo sin que nadie sepa muy bien el qué ni a quién... sigo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario