lunes, 28 de noviembre de 2011

Asfixia



Tiembla, dormida sin aire. La última sonrisa se desdibuja ya de su cara, ya no ve, ya no siente, ya no huele el viento ni deja su mente al aire imaginando abrazos. Ya no queda nadie a su lado; está exiliada del mundo, de este mundo. Ya no existe. Aunque la materia sigue ahí, inerte, temblando, ella ya no existe. Su esencia ya se esfumó, y con ella su forma. Realmente tenía razón cuando se esforzaba en explicar que su cuerpo no era ella, que formaba parte de ella, sí, pero que era algo más que todo eso. Que lo que hacía que ella fuese ella, que fuese así no era el cuerpo... De hecho siempre se quejó de que su esencia, su alma estuviese "atrapada" (Platón) en ese tipo de materia. No, a ella no le gustaba su cárcel material; quizá hubiese preferido otra forma material, otro cuerpo, otra cara... otra ella material. Suerte que pudo haber vivido todo aquello, que pudo reflexionar sobre su forma material, sobre su cuerpo y sobre su mente, siendo así formada filosóficamente, leyendo y leyendo, disfrutando de cada una de las letras, de cada una de las sílabas, y de cada una de las entonaciones. Ahora ya es tarde. Ahora ella ya no recuerda nada, no vive nada, no siente nada y no se enamora de nada, y, por tanto, no muestra nada. Hoy, sólo su cuerpo tiembla, y el temblor no es más que una característica residual del miedo que ella, totalmente ella, la suma de su cuerpo y su mente, sintió durante toda su vida. Pero ahora del miedo sólo queda el temblor, de la risa sólo quedan los labios, de la mirada sólo quedan los ojos, y del sentimiento sólo queda el cuerpo. Porque ella amaba con todo el cuerpo; con su cerebro, con su corazón, con sus manos, con sus labios y con sus ojos... Y hoy ya no sabe amar. Ni amar ni que la amen, ni responder ni preguntar. Hoy ella ya no es, aunque tiemble; hoy ya no es nada...
Poco falta para que se vaya el temblor, y con él la materia, poco a poco, descomponiéndose y mostrando cada vez menos su imagen, su reflejo, su cara, su piel, su ella material, que realmente no era más que un espejo de su ella formal, de su ella puro.



Nadie.

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