jueves, 14 de abril de 2011

Manos bonitas, rasta larga.

Llego y me siento, frente a ti. Cuando me cuentas algo, haces que tenga especial atención en tus ojos, pero hoy, tapados por unas tupidas gafas de sol, miro tus manos... como otras veces. Estás indignado y argumentas contra alguien que está en contra de los alumnos.

Sigo mirando tus manos y, mientras me cuentas todo esto, recuerdo que ya te he dicho alguna vez aquello de tus manos. Te miro y sonríes. Te cito en el blog como si de un filósofo se tratase (quizá... en potencia?), y ves que hay otras veces que, siempre de incógnito, te menciono, haciendo alusión a tus gestos, a tus palabras y a tus sonrisas... siempre.

Te voy contando mi vida en el coche, en los paseos, en las esperas entre clase y clase y, poco a poco, me voy acostumbrando a ti, alegremente. Hablamos de ti, de mí, de filosofía (sobretodo de filosofía, de ti y de mí), y de la gente, y de los que nos rodean, de aquellas personas que compartimos, directa o indirectamente, y de las personas que algún día tuvieron especial interés por nosotros... y seguimos yendo hacia Inca en un coche robado y recuperado. En medio de la nada, de mi nada, me llega un mensaje que me felicita y me apoya, y sonrío pensándolo. Hablan de ti y de mí nada discretamente, y reímos.

Hablo con la chica del portátil pequeño sobre la clasificación de "amigos", y me doy cuenta de que no sé dónde clasificarte; sin ser uno de esos amigos que han estado ahí siempre, te has confeccionado como uno de ellos, como uno de esos por los que Marie haría cualquier cosa, independientemente de las circunstancias. Ahora ya sé que estás ahí. Ahora ya puedo abrazarte, y llegar y darte un beso en la mejilla, agradeciéndote poco a poco tu presencia. Ahora ya puedo decirte que me lo cuentes, que estoy aquí. Ahora puedo quedar contigo todos los domingos que nos apetezca, sin pensar si te vas a sentir incómodo. Y ahora, puedo escribir en mi blog sobre ti; simple y llanamente sobre ti, sobre ese mar en calma, sobre ese abrigo de esperanza, viento y amor libre que me entiende, que piensa como yo en algunas ocasiones y que, cuando no es así, no me juzga.

Ahora también he incorporado tu nombre a mi vocabulario, así como tú te has ido incorporando a mi vida, llenándola de alegría, de stress, de reivindicación, de aire, de risas cuando me "acurruco", de espera a las 10 de la noche, de "amunt petita, cada dia un poc millor", de apoyo, de calor, de martillos cansados, de "sí, si tienes razón, pero...", de ti...

Mi mensaje de calor.

1 comentario:

  1. Sólo soy capaz de decirte que me llenas el corazón de cosas muy bonitas, de verdad :)

    ResponderEliminar