sábado, 2 de julio de 2011

Hoy, Soledad.




Soledad. Siempre he pensado que era un nombre precioso... Pero triste. Si me hubiese llamado Soledad seguramente mi punto de vista cambiaría, pero es precioso y a la vez triste. Soledad. Es como destinarte a estar sola, como obligarte a coger ese camino. Es una tontería. Hay personas llamadas de muchas maneras y en nada condiciona su forma de ser o de sentirse, o sí, pero es inconscientemente... Soledad. En días como hoy quizá hubiese preferido llamarme así a llamarme como me llamo. Me describe mucho mejor. Vale, sí; estoy melancólica (qué raro! Dirán sarcásticamente algunos que me conocen bastante bien). No hay porqué preocuparse, la vida es así. Mañana seguramente querré volver a llamarme María del Carmen, o Josefa o Francisca, pero hoy quiero llamarme Soledad. Hoy quiero llamarme soledad porque recorto fotos sexuales para convertirlas en tristes, y es que hoy son tristes aún siendo sexuales. También quiero ser Soledad porque no puedo expresar lo que siento, y eso me hace estar más sola que nunca. Porque sí tengo a mucha gente que me quiere a mi alrededor, que no se da por vencida y que no deja que yo lo haga, pero que en momentos como éste de poco sirve tenerlos, sin menospreciarlos (faltaría más). Pero en un momento como este estoy sola conmigo misma, sola con la soledad, sola con esa forma de ver la vida, sola con los recuerdos y con los objetivos perdidos. Miro la vida desde una perspectiva nueva, hoy. Una perspectiva que siempre te critiqué, amor de mi vida, que siempre me dolió, que siempre evité... Y hoy yo estoy inmersa en ella... Hoy siento todo aquello que tú escribías, todo aquello que intentabas ocultarme y, sigo sin entenderte, pero estoy en ello. Por un pequeño atisbo de luz vi tu mirada, y recordé aquellas palabras; Felicidad, Sonrisa, Amor y Confianza. Y hoy no las echo de menos, al menos no del todo... pero me da tantísima pena estar escribiendo esto ahora...

No estoy mal, no lo estoy, claro que no... Pero aún hoy puedo recordar cuerpos ajenos, quemaduras debajo del pecho de alguien, lunares en el cuello, ojos negros, trenzas sin trenzar y confidentes de mis sueños, de mis primeros amores, alientos de las derrotas en las que rompen corazones.

Y hoy, Soledad se apodera de mí, y nace una nueva yo, sola consigo misma, feliz de haberlo conseguido y triste de haber muerto en la batalla, que se esconde detrás de la otra, de la sexual, de la de la foto original, de la feliz... pero que está ahí, que sigue amenazándome... Aunque no sé si amenaza sería la palabra, pues no la temo, ni deseo que desaparezca; me hace más humana, más María del Carmen, más Mary y más todas aquellas. Sí, ahora lo tengo claro. Lo necesito, al igual que cualquier ser humano...

Mañana seré Josefa... Hoy, Soledad.

Ay, Montaigne...

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