domingo, 14 de agosto de 2011

Mañanas de dioses.


Nüwa observaba la placidez con la que Fuxi dormía. Plácidamente, Fuxi dormía inconsciente hacia la mirada de Nüwa. No hacía más de treinta minutos que ella había despertado, se había mirado en un espejo y había vuelto al lecho junto a él. Ahora ella le miraba con ternura, vestida sólo por unas braguitas y deseo. Aguardaba cuál leona a su presa, esperando que ésta quedase totalmente noqueada, que en este caso podría incluso ser sinónimo de prendada, enamorada, embelesada. Hoy Nüwa se sentía bien. Estaba casi desnuda y, sin embargo, no sentía deseos de taparse, sino todo lo contrario. Hoy quería desnudarse, mostrar su cuerpo, hacer de él algo bello, hacer con él algo deseado. Fuxi aún estaba dormido. La diosa pensaba que quizá él estuviese soñando algo bello, o quizá todo lo contrario. Se mueve. Con un fugaz y perfecto gesto, su Fuxi cambia de posición, y ahora está de perfil hacia ella; estaría mirándola si no estuviese dormido. Ella sonríe, no puede evitarlo. No queda mucho tiempo para que Fuxi despierte y la vea así; esperándole, cuál leona a punto de cazar la mejor pieza de la selva. Nüwa, sin dejar de observarle, imagina qué pasará cuando despierte...
Fuxi abre los ojos. La mira con aquella viva mirada que la cautivó días antes. Se sorprende de verla así, como muestra ese gesto, acompañado de aquella peculiar exclamación que ha empezado a tomar sentido después de conocerle. Nüwa le da los buenos días, sonriente. "Has dormido bien?". Él no contesta, se limita a mirarla, desnuda. No sabe qué hacer, quizá no sabe qué está pasando. Nüwa no puede más... ése es el momento que estaba esperando, y los momentos desaparecen enseguida! Sin dejar de mirar sus ojos, se acerca a su cara, empieza a notar su acanelado aliento. En menos de un segundo sus labios se están rozando, creando mundos nuevos, creando sensaciones inimaginables, sin embargo, Nüwa ha sentido cada uno de los matices de su aliento, cada uno de los colores de las grietas de sus labios, cada uno de los poros de su piel... Y le besa. Le besa como si no hubiese mañana, como si, realmente, mañana ya no estuviesen juntos. Recuerdo que antes había dicho que Fuxi abrió los ojos, pero no es hasta éste momento que él despierta. Despierta totalmente. Despierta su cuerpo, despierta su cerebro y despierta su deseo. Fuxi besa el cuello de Nüwa, aunque ahora ya no importa quién recibe y quién regala. Nüwa siente, disfruta, sueña y sonríe. Se abre totalmente a Fuxi, que hace mar en aquellas aguas poco profundas. Ella, sentada sobre él, es incapaz de dejar de mirarle, mientras que él, por su parte, es incapaz de separar sus manos del cuerpo de su compañera. Nüwa llueve sobre él. Él se estremece y quiere y no quiere llover sobre ella. La coge fuerte de la cintura, llevándola ahora a su terreno. Finalmente Fuxi, que no ha podido evitarlo, crea mundos diferentes en el interior de Nüwa, protagonista de aquellos placenteros gemidos... Se miran, se abrazan, y viven.
Fuxi despierta. He de irme. Nüwa desiste... era imposible. La mira, risueño... "Joder, y ahora qué hacemos?" dice clavando en su cintura aquel destello vivo. Su cintura. Es comprensible que no importe ahora. Es comprensible que ahora, todo lo que la mente de Nüwa ha creado, se desvanezca. Es comprensible que dejen de ser dioses ahora para volver a ser personas. Es comprensible que Fuxi, sin saber a qué ha estado expuesto, no entienda la cara de Nüwa. Fuxi no sabe que es Fuxi. Nüwa vuelve a ser ella y a dejar de llamarle Fuxi a él.
Aquella mañana... la mañana en la que ella quería ser diosa, la mañana en la que ella esperaba superarlo todo, la mañana en la que nada pudo ser, pero todo pudo ser imaginado.
Espera... Tenemos toda la vida para hacerlo.

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