viernes, 26 de agosto de 2011

Nada.

El tiempo había hecho ver a Nada que lo realmente importante no era tener a alguien ahí siempre, sino quizá no tener la necesidad de tenerlo. Había tenido muchos altibajos últimamente y ni siquiera sabía ciertamente por qué, ya que, teóricamente, era el momento de la calma, si cogemos como referente aquello de "después de la tormenta...". Ya había pasado la tormenta e incluso había echado de su vida a aquellas personas que habían hecho de aquella tormenta algo insoportable. La palabra era "echar"; totalmente. A patadas, a empujones, a navajazos incluso, Nada había echado de allí a su opresor, al violador de su intimidad y de su ego, al asesino de la Nada anterior. Le había echado casi inconscientemente, pero lo había hecho (por fin, pensarían algunos de sus amigos y familiares). Y ahora, cuando se supone que debería estar perfectamente, tiene unos altibajos un tanto extraños. Nada no sabía para qué servía. Durante el tiempo que había estado sin el "echado" había pensado que quizá para lo único que servía era para complacerle a él, y por eso todo había ido tan mal.. y por eso había terminado echándolo y, precisamente por eso, quizá se sentí mal ahora. Esa era la parte "bajo" de altibajo. Después había momentos, días quizá, en los que Nada se sentía pletórica; chicos que le iban detrás (de los que ella, mayoritariamente, pasaba), salidas con amigos y amigas que añoraba cuando no tenía alas, risas con amigos en sitios extraños... Ápices de felicidad, tal vez.
Nada se planteó si para ser feliz, completamente feliz, no tan sólo tener ápices de felicidad de vez en cuando, tenía que seguir siendo oprimida por algún opresor, fuese el "echado" o fuese otro. Lo habló con aquella amiga de la adolescencia, que por algún extraño motivo parecía entenderle a la perfección. Su amiga opinaba que Nada era una persona "de opresión", que necesitaba ser oprimida por alguien para ser feliz... Tan sólo es que con el "echado" la cosa había llegado a ser demasiado... Demasiado oprimida, quizá. Por un momento, Nada olvidó que estaban hablando de relaciones de pareja, dejando de tener en cuenta que una relación de pareja no tiene por qué ser una relación de opresión.
Sí, quizá ése fue el error de Nada, del "echado" y hasta de la amiga...
Quizá fuese cierto que Nada era una chica de pareja, que necesitaba tener ahí a alguien que le diera el cariño necesario, que encontrase en ella algo especial y que supiese devolvérselo, pero... Eso no tenía por qué ser opresión.
Pero Nada no llegó a esta conclusión. Nada pensaba en relación de pareja como sinónimo de opresión de pareja, en la que siempre hay un opresor y un oprimido; relaciones de poder, que las llamaría un capitalista, seguramente...
Pero Nada no se daba cuenta de que estaba equivocada. Que, si habiendo tenido una relación de ese tipo había tenido que echar al opresor para sentirse bien, ahora estaba cayendo precisamente en el mismo error... y no podía permitirlo!
Nada podía ser feliz sola, aunque seguramente fuese cierto lo del cariño, pero... ¿era un trueque justo vender la opresión a cambio del cariño?
No, no lo era. Y en lo más profundo, Nada lo sabía. Nada sabía que no era justo para ella, ni sano... ni normal, incluso.
Pero Nada tenía altibajos... Nada, en realidad, seguía siendo NADA.

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