jueves, 12 de julio de 2012

Más.

La vida es maravillosa. Una maravilla, fantástico, espectacular, increíble, fabulosa y preciosa.
Personas que son sensibilidad pura, aunque fríos y distantes de puertas hacia afuera que leen lo que una loca escribe sobre ellos y se emocionan, con los pelos de punta, y son incapaces de evitar sentimientos, aunque intentan evitar sentimentalismos. Sentimientos que sentimos, todos, yo, tú, Buber... El mundo vivo. 
Más personas, esta vez que se agobian, que quieren ir a su aire, que no quieren verte tanto, pero que, cuando les pasa cualquier tontería que consideran buena te mandan un mensaje: yuhuuu! y te alegran la existencia. Te aman, además, en la medida en que son personas, en que están bien consigo mismos y, sobretodo, en la medida en que te tienen a su lado. Más, profesores ahora, casi decepcionados consigo mismo, pero con aquella esperanza en la mirada, que suscita mis cartas (que aún no le doy). Profesores de profesión, de vocación, de vida. ¿Qué eres? Hombre. ¿Quién eres? Un profesor, un eterno profesor. Otras, en cambio, nacimos para ser eternas alumnas frente a ellos. Profesores, amigos, que no sólo profesores que, aunque no te quieren contar lo que ha pasado exactamente, sonríen ingenuamente cuando les manifiestas tu apoyo. Personas a las que quieres en tu vida, sin más. 
Chicas a las que trollean el estado de facebook y que no se acuerdan de que te hablaron una vez de alguien que era de Granada, y yo adivino cosas. Que se van, pierden DNIs y confían en ti, haciéndote un poquito más feliz. Leen tu libro y te mandan mensajes expresando su cariño, su admiración, su amistad. Vuelvo a ser feliz. 
Chicos que se imaginan cosas con  escritoras noveles de relatos eróticos y que, no contentos con ello, se lo dicen, en un mensaje a las tres de la mañana. Allí, en tu cama, tu imaginación, tu mente, mi libro, tú y yo (o tu idea sobre mí). Un agradecimiento, eterno y eminentemente sincero. Un beso en el lado derecho de la cabeza; qué bonita es la vida, señores. 
Reían, y reían, y reían, en algún recuerdo triste, pero hoy, ellos lo entienden todo. Bajó la mirada, borró sus huellas. Se escondió, pasó hambre, tembló de miedo, supo que el fin del mundo llegaría en algún momento, en breve. Entonces, de repente, más personas perfectas, más enamoramientos conceptuales, más recuerdos, más amores, más felicidad y más escritos. Más locura. Mucha más magia y mucho más amor.
Él, ahora más moñas, que me pide cosas extrañas y me prepara desayunos. Intenta no frenar mi libertad, sin saber que en ningún momento lo está haciendo. Me respeta, lo respetamos. Más amor, más libertad. Más. 
Aparece salvajemente la dictadura de la primavera, y violines que son, aunque raperos, pura sensibilidad. Sensibilidad pura en palabras que intentan excusar algo innecesario. Más gente que lee. Más dedicatorias. Más personas que me vuelven loca. Más felicidad, más. Más amor, más locura, más libertad. Más rebelión, más distorsiones de la realidad y más enfados con el mundo, pero, al final; más Mary, más Marie, más yo, más tú, más relaciones y más felicidad. Más mundo, más vida. 
Adolescentes que, de repente, de la nada, entienden el concepto de amor libre, de enamoramiento conceptual y hasta de sexo no-físico. Profesores que dudan de su propia naturaleza y abrazos que, aunque poco apretados, me llegan al alma. "Te quieros" no dichos, y dichos a otra persona; demostrados a mí, dicha la demostración. Cariño sincero de bicicletas, aunque problemas conceptuales que no acaban de hablarse. Desayuno de diamantes y chicas de portátiles pequeños semisordas, pero perfectamente amadas, perfectamente confiadas. Más. Y que no acabe jamás.

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