domingo, 16 de octubre de 2011

7 años.

Habían pasado siete años desde que te vi por última vez. Estamos en Inca esta noche. No me lo podía creer. Habíamos hablado muchas veces de que ibas a venir, de que nos íbamos a volver a ver algún día, pero realmente nunca lo creí, quizá... A las 18.55h salgo de mi casa, temblorosa, nerviosa, histérica (mi primer apellido) por verte, por no saber cómo reaccionar, por no ver en tu cara todo lo que tenía que ver. Te veo llegar de lejos con tu hermana, rubios los dos. Pero no te estoy mirando. No soy capaz de hacerlo. Miro a tu hermana, sonrío, pletórica. Le doy dos besos, y, por fin.... Te miro.
¡Hola! Siento cómo tus azules ojos se clavan en mí, y nos saludamos. Vamos a tomar algo y, a partir de ahí... Un loop sin sentido, pero realmente maravilloso se abre ante nosotros. Nos miramos, sonreímos, nos ruborizamos y volvemos a sonreír. A nuestro alrededor ríen, susurran sobre nosotros que "estamos hechos el uno para el otro", y yo no lo veo, y tú me lo explicas. Usas tres idiomas para explicarme lo que sientes por mí, y yo me enamoro de tus ojos, de tus palabras... de tu mano en el cuello, de tus nervios, de tu verdad... de mi imaginación y de mi amor platónico. Amor platónico. 12 años. Era un niño. Y yo una niña... y te adoraba.

Y vuelves ahora, besándome, acariciándome con una terrible ternura, diciéndome que no puedes estar sin mí, pero sin haber estado nunca. Y es triste, maravilloso e incierto, pero verdad. Porque hay más tiempo, pero el espacio no es compartido. Porque tenemos toda la vida por delante, pero es tan triste que la distancia haga su trabajo... Soy realista, dices, y te molestas. Pero qué más da, querido Rubio que yo sea realista o no lo sea?
"Lo que será, será... y lo que será, será para siempre".


Te voy a echar de menos, porque me acostumbré a ti, porque añoraba tus ojos y porque no sabía que fueras tan mío, porque te cuesta sonreír, pero a mi lado lo haces siempre, porque me das la mano intentando ayudarme cuando en realidad el que necesita ayuda eres tú. Porque has superado tantas cosas que parece increíble que sepas amar tanto. Porque sigues siendo tú, aquel niño al que yo defendía de Mari1, aquel que se fue sin decir nada (ahora entiendo por qué), el que venía a casa a jugar a la play1 y el que me hacía enfadar si se cortaba el pelo.... Tú. El mío... pero no sabía que estabas ahí.
Gracias, Nevado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario