martes, 30 de octubre de 2012

Sensibilidad.

Mmmm... Lila suspira emitiendo un ronroneo nasal que a él le vuelve loco. No podía ya su cuerpo aguantar tanta excitación. Rodeada por él, ella parecía mucho más pequeña de lo que en realidad era. 


Grande le besó. Ella aceptó, entre encantada y sorprendida- del beso y de sí misma- sus labios. Mientras se besaban, ella sonrió, pensando en todo aquello de los de repente y los extremos; él se dio cuenta, pero ni pudo ni quiso dejar de besarla, también sonriendo. Se besaban hasta extinguirse, se miraban, tiernos, pero directos. De vez en cuando, él la apretaba contra su pecho, mientras le seguía besando; ella sentía como nunca aquella curva en su espalda que él acariciaba, a veces duramente, pero de la manera más tierna que recordaba... 
Grande, aunque sin pensarlo en demasía, sintió que por fin tenía entre sus manos aquella espalda que hasta ahora sólo había imaginado en fotos. Seguían besándose; Lila no sabía cómo ponerse, no sabía qué hacer. Se sonrojaba. Pedía perdón siempre por sus bloqueos -ésta vez muy poco crueles- y eso la hacía bloquearse más; él sonrió, la besó y repitió mil veces su qué mona, invadido por la por la ternura, la belleza y la sensación entrañable que ella le traspasaba. 
Sonreía y volvía a besarla. Intentaba tumbarla boca arriba para poder besarla más profundamente, para poder tocarle el alma más a gusto... Porque le apetecía. Pero era difícil porque Lila estaba muy tensa y porque su postura no era la ideal.  A él no le importó, ni siquiera pensó un sólo instante en ello. Le acariciaba de nuevo la cintura, el muslo... Besaba sin cesar pidiéndole con ello quién sabe qué.
Se colapsó, ella. Apagó un ruido del exterior, y también uno dentro de su cabecita. Se miró dentro del alma, mientras su insaciable compañero no dejaba de besarle y sonreírle al cuello. Supo que quería hacerlo. Quería hacerlo, no podía dejarlo en ese momento. 
Apartó la cara de Grande de sus labios, le miro y le susurró, gritando: Vamos a mi habitación. Lo dijo con un tono firme y la cara enrojecida, mezcla siempre de vergüenza y ganas. Se levantaron, cogidos del alma, y fueron hacia su pequeño refugio. Encendió una luz que enseguida apagó... Besó a quemarropa sólo en aquellos momentos que su temblor le permitía... Se adoraban. 
Se dejó llevar por él y por su propio deseo hasta el infinito -aunque éste no termina de llegar nunca-. Grande le acariciaba suave pero firme, buscaba su escalofrío en el cuello de Lila y lo terminaba encontrando en su propia piel. De vez en cuando podían mirarse encendidos y decirse alguna que otra palabra que los encendía más. Ella posó sus alas sobre el corazón de su gran compañero; decidió sin hacerlo seguir el ritmo de sus latidos, y así comenzó a moverse, suave, lentamente... Más y más rápido.  Se hizo luz de color en tortugas y ella y todo su pelo cayeron sobre la cara de él.
Lila se quejaba de que su pelo estaba demasiado alborotado y rizado, Grande se jactaba con ello; le encantaba.
Introducía sus dedos entre los cabellos de la chica, acariciando su nuca, mirándole a los ojos grises: Joder, debería estar prohibido tener la luz apagada contigo... Sonrió ella, gozosa, feliz, sonrojada. Seguía tapándose, vestida, los pechos. Bajó de allí; moría de vergüenza y de ternura, de belleza.
Dio la vuelta a su cuerpo; quería regalarle, al menos por un instante de eternidad, su espalda erizada. Él sintió vida en un suspiro, ella acercó su cuerpo a él. Sentía tras ella su virilidad y sus labios, besando ya entre jadeos aquel cuello atravesado. Las manos grandes de Grande bailaban por todo el cuerpo de Lila, que se movía entre escalofríos y vellos erizados de una manera muy propia.
Poco a poco, Grande llegó a la pequeña parte de la anatomía de su compañera que ella detestaba. Le molestó no poder sentirlo todo, y pidió su propia desnudez. Él, al desnudarla, apretó su cuerpo caliente al de ella, que chocó suavemente con la fría pared de aquel escondite; se estremeció de nuevo. 
Sobrecogida volvió a subir sobre él, puso sus piernas rodeando su cadera, tapó sus pechos y volvió a encender la luz. Él, suavemente, apartó las manos de Lila con me encantas... La cogió de la espalda y la tumbó sobre él. Acariciaba cada poro de su espalda con un ápice diferente de ternura. Lila se estremecía, encogiéndose, haciéndose más pequeñita, intentando mirarle.. Pero sus párpados se cerraban sobre ella en su estremecimiento. Él disfrutaba de aquello tanto como ella.
Aún más suavemente que nunca -si es que era posible- sus manos la quitan de su cadera, la tumba sobre la cama y le saca la poca ropa que le quedaba. Acaricia su vientre, su cadera, su sexo... Él está de rodillas frente a ella, tumbada, excitada, sobrecogida... Se acomoda. Ella casi no entiende lo que está pasando: la lengua de su compañero la busca. Busca y encuentra en sus piernas, en sus ingles, en su cadera, en su pubis... Lo hace y Lila se estremece de dulzura. Tal vez lo necesitaba.  No pares, por favor... Entre sábanas acariciadas. Vuelve a subir en él, para él y...
 

Ahora ya no pueden más, quieren fundirse el uno en el otro, ser mezcla de ternura y temblor realmente sentido, beberlo , sin más, disfrutarlo...

¿Continuará? 

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